En un abrir y cerrar de ojos ya estamos en octubre, décimo mes del año; para muchos un día más de lo mismo y para otros algo más para aprender a quererse y respetarse a sí mismos.
Hoy me gustaría hablar sobre las etiquetas que venimos cargando a lo largo de la vida y que en el presente influyen en nuestra manera de ser o actuar y emocionalmente nos afectan a todos, niños, adolescentes y adultos.
Las etiquetas son juicios que hacemos las personas debido a nuestra tendencia natural de catalogar o clasificar. Utilizamos adjetivos para referirnos a las personas, en ocasiones de manera involuntaria e inofensiva, e incluso sin intención de hacer daño. Pero, ¿por qué decimos que las etiquetas dañan? El efecto dañino de las etiquetas aparece cuando:
– La clasificación y definición se convierte en realidad.
– El comportamiento es inducido por el etiquetado.
– Somos conscientes de que encasillar en uno u otro grupo segrega y estigmatiza.
– Entendemos que las etiquetas marcan y a través de las cuales, estás dentro o estás fuera.
¿Te has escuchado cómo hablas? Inconscientemente, tendemos a decir a otros o a nosotros eres algo negativo, y tendemos a usarlo más en nosotros con una autocrítica que nos duele, pero que no dejamos de hacerlo por la costumbre y porque así nos catalogaron nuestros padres o las personas que nos educaron cuando éramos niño. Esa autocrítica nos afecta tanto ya de adultos que no nos damos cuenta de cómo nos hablamos y eso se extiende al hablar a otros, es decir, repetimos lo que aprendimos.
Las etiquetas negativas hieren y no son las únicas que lastimas y que son una carga; las etiquetas de “eres algo positivo”, también son una carga que nos cansa y fatiga. Si te han dicho que eres inteligente, tenderás a que esa imagen no se rompa, si te han dicho que eres bella, harás lo posible por verte siempre bella y arreglada ante los demás. Las etiquetas son juicios que están a la orden del día.
Un “Te lo mereces porque eres magnífico en lo que haces”, a veces pesa y causa ansiedad, ¿de veras soy tan bueno? O, un “No sirves para nada, eres lento, eres inútil”, también pesa. Aprende a hablarte a ti mismo de manera cariñosa para alejar de ti los miedos y complejos causados por otros durante tu niñez.
No es una tarea fácil y una de las maneras que se propone en estos casos es ser consciente de cómo te hablas y cómo hablas a los demás, teniendo fuerza de voluntad para evitar los juicios malos y activar tu sistema de alerta y de estimulación para decir cosas buenas sobre ti sin remordimiento, cuando tú mismo te dices desde tu corazón cosas buenas, aunque creas que no lo mereces, tu cerebro está ahí escuchando y en la repetición se forman nuevos nodos neuronales que van a hacer que creas lo que te estás diciendo, pero si son cosas negativas, también tu cerebro se lo va a creer.
Los juicios nos afectan a todos y más en la infancia y la adolescencia porque son períodos muy sensibles a los cambios debido a la cantidad de aprendizaje que conlleva. Ser el bueno, el malo, el listo, el tonto, el gordo, el flaco; influirá en mi percepción sobre mí mismo, cargándome con los estereotipos propios del grupo al que pertenezco e impidiéndome ver mi potencial y mis cualidades fuera de él. Estas creencias infundidas en la infancia y adolescencia cargan de inseguridades y complejos, cuando aún no se tienen las estrategias para luchar contra ellas, de manera que se van asumiendo como propias afectando todo el desarrollo.
Las etiquetas segregan, predisponen, coartan y limitan. Todo esto se mantiene hasta la vida adulta, generando inseguridad y malestar de manera significativa.
Por Irma Arauz



