Hemos llegado al último mes del año y para cada uno de nosotros seguramente ha sido un año diferente y lleno de retos.
La situación actual, la crisis, nuestra inseguridad y muchos condicionamientos determinan nuestro estado de ánimo y a veces sentimos que estamos corriendo sin descanso. Sentimos como si hubiésemos perdido la necesidad de tomarnos, aunque sea de vez en cuando, un poco de tiempo, de hacer una pausa en nuestro trajín diario para nosotros, sin sentirnos culpables.
Como diría Jorge Bucay en uno de sus escritos: “Solamente caminando más despacio, soy capaz de disfrutar de lo que hago y, además, el resultado suele ser más y mejor”.
Haciendo muchas cosas, nos olvidamos de nosotros mismos. Es como si intentáramos huir de la angustia de sentirnos vacíos corriendo, haciendo cosas que no nos llenan, y sin darnos cuenta vamos por un camino que no es el nuestro, vamos por un camino que nos cansa más y no, nos hace feliz. Por eso, a fin de conquistar una mejor calidad de vida, es básico concederse y valorar el tiempo de “no hacer nada” para desconectarnos de lo que nos rodea. Poner atención en lo que estamos haciendo y no distraernos: Si vamos a tomar café, solo vamos a tomar café, si vamos a hablar, solo vamos a hablar. Concentrarnos en nuestros pequeños gustos, en los detalles, nos dará cierta paz. Practicar la atención plena, sin juicios, ni críticas, sino con amor bondadoso, es intimidar con la experiencia, hacer cada cosa con mente de principiante, como si fuera la primera vez, te ayudará a ver la vida sin tanta prisa.
“Caminar más despacio” significa que la vida siempre acaba confirmándose que, al final, terminamos haciendo más cosas cuando menos prisa tenemos y cuando menos permitimos que nos distraiga el acoso de lo que tiene que hacerse después, y esto no se llama procrastinación, se llama dar un descanso al alma para hacer más y mejor.
¿Cómo podríamos hacerlo sin prisas, si hay muchas cosas por hacer y miles de compromisos, el trabajo, la familia, los amigos? Queremos hacerlo todo bien, y es un desafío imposible, porque solo nos cansaremos más. Recordemos lo que hacíamos antes de que existieran los teléfonos inteligentes, quedábamos con amigos solo por el placer de verlos y tomar café, sin planes y sin navegador, nos encontrábamos de alguna manera y nos reíamos de nuestros errores contando todo con lujo de detalle, disfrutábamos de correr a alcanzar el último tren para volver a casa. Eran tiempos en que teníamos compromisos, cierto, pero disfrutábamos más de los amigos, de la familia y sin correr demasiado.
Para terminar el año, aun sabiendo que hay miles de cosas por hacer, les propongo hacer una pausa y dejar de correr y concentrarse en el “no hacer” y sí en el “ser”.
Como terapeuta sé que alejarse de una situación o retirarse de un problema es evitarlo, pero hacerlo por un momento y ser consciente de regresar a encararlo, se llama descanso y recarga de energía interna. Se trata de hacer las cosas a su tiempo y al ritmo que nuestra propia persona nos imponga, ese yo interno que nos permitirá dar lo mejor de nosotros mismos a los demás.
Para terminar, escriban lo que sí tienen que hacer y pongan un número en base a la prioridad del asunto y dependiendo de eso dense una hora solo para ustedes y úsenla a su antojo, no se olviden de respirar, caminar y sonreír.
Felices fiestas de Navidad y Año Nuevo para entrar a un 2025 lleno de energía y con más amor a nosotros mismos para dar a los demás.
Por Dra. Irma Aráuz L. Psicóloga clínica y Doctora en Educación E-mail: arauzirmaic@gmail.com www.facebook.com/psicologairmaarauz