Incluso las personas a quienes nos gusta nuestro trabajo admitimos que no todos los aspectos del mismo nos agradan igual y que nuestras tareas no nos producen el mismo placer en todos los momentos. Digo esto porque el riesgo de idealizar los posibles caminos en la vida es grande y las personas que están tratando de tomar una decisión acerca de qué ruta enfilar deben ser prevenidas contra él.
Este verano participé en una feria para estudiantes de bachillerato y en la jornada de puertas abiertas de mi universidad («Open campus”), día en el que presentamos nuestra mejor cara a los estudiantes que están buscando una carrera a la que dedicar sus esfuerzos en los próximos cuatro años. Ver sus rostros ilusionados al mismo tiempo que angustiados me ha hecho revivir esa incómoda sensación que se experimenta a esa edad de tener que tomar una decisión perfecta para el resto de tu vida. Los estudiantes que se acercan a la última etapa de sus estudios, la universidad, buscan acertar en una elección que les haga completamente felices para siempre. Sin embargo, lo cierto es que escoger una carrera y luego descubrir que algunas de las asignaturas no te interesan es lo normal. También es natural averiguar que todo es más difícil de lo que uno pensaba y que el tipo de trabajos a los que uno creía que podría acceder a través de esos estudios son más escasos de lo que parecía desde la ingenuidad inicial. Pero esto no es una mala noticia, pues la realidad es que esta decisión es solo el comienzo de una larga vida profesional, en la que habrá tiempo y lugar para matizaciones posteriores. Sin embargo, por algún sitio hay que empezar.
Naturalmente, lo mejor es encontrar una vía adecuada para que cada uno comience esa andadura de vida y no abandone antes de terminar. El camino a elegir debe estar dentro de las inclinaciones que muestra la persona. De nada sirve obligar a un hijo a que estudie ingeniería pensando que podrá ganar más dinero en el futuro si nunca ha mostrado ningún interés por las máquinas ni por la física. Eso aboca al estudiante al abandono a mitad de la carrera, con la consiguiente pérdida económica para la familia. A pesar de eso, sin embargo, la realidad es que no solo una, sino muchas opciones son posibles para cada persona, y que rara vez una de ellas es completamente perfecta o completamente nefasta. Por ello, lo primero que deben hacer los estudiantes que se encuentran en esa etapa es tranquilizarse y desechar el pensamiento de que solo existe un camino perfecto para ellos que el destino les tiene asignado, que su responsabilidad es identificarlo sin errores, y que esta es una decisión definitiva e inmutable.
Los chicos deben aprender a considerar varias opciones con flexibilidad, a valorar los factores prácticos y económicos de esta decisión, y a aceptar con fortaleza los aspectos menos gratos de cualquier actividad elegida, así como a no abandonar a la primera dificultad, pues todas las carreras tienen sus espinas y sus satisfacciones. Los padres, a su vez, deben confiar en el instinto de sus hijos para elegir, y hacer un esfuerzo para apoyar esa decisión aunque les parezca una carrera con poco futuro, pero discutir con ellos la situación financiera real y buscar una solución factible. La mejor es la que aúna las inclinaciones del chico con una institución cercana y económica en la que se pueda comenzar a forjar esa futura carrera. Si el chico descubre después que ésa es su pasión verdadera, encontrará formas de triunfar dentro de ese campo elegido y de acceder a instituciones de prestigio por medio de ayudas. Muchos de nosotros tuvimos que escoger nuestra segunda opción por motivos prácticos, pero la vida nos ha proporcionado suficientes oportunidades para ir encauzando nuestra trayectoria hacia la satisfacción personal.
Los verdaderos talentos de uno aparecen con el tiempo. A esta edad, lo importante es guiarse por algún tipo de intuición básica sobre uno mismo, combinada con una evaluación veraz de las circunstancias personales y familiares. Una vez tomada la decisión con realismo, los chicos deben aceptarla con responsabilidad hasta el final, pues nunca será tan imperfecta como para tener que abandonar, aunque les decepcionen algunos aspectos.
Chicos y padres: la vida a esa edad no hace más que empezar. La carrera universitaria es solo el comienzo de una andadura de muchos años. Despréndanse de la angustia y quédense con la ilusión, eso sí, manteniendo los pies en la tierra. Con estos ingredientes, el límite está tan lejos como se atrevan a soñar.
Por: Montserrat Sanz Yagüe
Lic. en Filología Inglesa por la U.C. de Madrid
Dra. en Lingüística y Ciencias del Cerebro y
Cognitivas Univ. Rochester EE.UU. Catedrática
en la Universidad de Estudios Extranjeros de Kobe