¿Por qué lloras tanto?
¿Por qué me buscas en la tumba?
Yo no estoy allí,
olvídate de llorar,
sonríe porque estoy a tu lado en cada instante:
Cuando contemplas el mar inmenso,
cuando el sol duerme sobre las olas,
cuando la luna llena ilumina tus temores,
cuando cae la lluvia y lava tu rostro,
cuando el ave muy feliz te canta el nuevo día…
Estoy también en la sonrisa de tus hijos,
de tus nietos,
de tus hermanos,
de tus amigos que te alientan y no te dejan caer,
de tu pareja que te trata con amor y respeto cada minuto.
Te hablo en tus sueños,
me alegran tus triunfos
y suavemente como el viento,
te abrazo en silencio.
No, no me llores más,
revive nuestros caminos,
nuestras sonrisas,
nuestras largas horas de plática,
recuerda solamente lo bello y gracioso.
Gracias por los momentos vividos,
gracias por tus abrazos,
gracias por ese cariño inmenso,
gracias por tu lealtad incondicional,
gracias por tu compañía en mis horas más tenebrosas…
Dios me llamó a su lado,
algo tan inevitable,
tan sorpresivo…
sin despedida,
sin un último abrazo,
sin una última fotografía,
sin un último beso…
Dios me llamó y yo…
Yo le agradezco por haberme dado…
Una buena hija(o),
Un gran hermana(o),
Una incondicional amiga(o),
Una leal pareja,
Una envidiable madre,
Un admirable padre,
Un perfecto nieto…
Estoy aquí en paz,
solo me entristecen tus lágrimas,
yo soy inmortal mientras me tengas en el corazón y en el alma.
Espero que demores mucho en reencontrarnos,
¡Vive!
¡Disfruta!
Ríe por todo lo que hemos compartido,
abrázame en la fe y resignación,
soy tu ángel guardián en cada segundo,
¡¡Te amaré por siempre!!