De los 190.000 brasileños y 48.000 peruanos que residen en Japón los que realmente están en el mundo laboral son 107.000 y 26.000, respectivamente, según el Ministerio de Salud y Trabajo. Y los datos de Migraciones dan cuenta que en este colectivo también está aumentando los mayores de 55 años de edad. Si bien siguen activos laboralmente los contratos son cada vez más precarios y están sujetos a reducciones salariales por su menor rendimiento. Los brasileños de 65 a 74 años de edad son unos 6.000 y de 75 en adelante unos 740, y por ende todavía es un 4% del total. Y los peruanos mayores de 65 años de edad son unos 1700, el 3.6% del total.
Por ahora no son muchos pero es latente la preocupación de si pueden mantener o no el empleo actual porque en estos últimos 6 años han venido ingresando unos 260.000 asiáticos como practicantes «gino jisshu” y desde abril de 2019 ingresarán unos 370.000 más, en su gran mayoría jóvenes de 20 a 30 años. Solo durante este año fiscal llegarán 100.000 asiáticos de 8 países que tienen un convenio de «capacitación” con Japón.
A medida que un trabajador va acumulando experiencia eso es una ventaja para el empleador porque implica mayor productividad y estabilidad en la producción.
Pero, la edad sin ser un impedimento es un tema sensible que debe ser abordado por el trabajador como por la empresa, tanto para regular el rendimiento como prevenir siniestros laborales. Los dolores en la rodilla, piernas, cintura, hombros, etc. y la reducción muscular impiden trabajar con el mismo ritmo que antes por más experiencia que uno tenga. Y el que cree que puede rendir más suele terminar con una dolencia mayor o ser el causante de un accidente que involucre y dañe a sus propios compañeros de tarea. No solo lo visible sino también las enfermedades crónicas pueden limitar los turnos rotativos (diurno y nocturno).
Si a esto le sumamos la precariedad de los contratos, es un estrés que afecta la vida emocional y familiar de cualquier trabajador. Los asiáticos mencionados vienen de hecho como «dekasegui” y están dispuestos a trabajar al límite o más allá de lo permitido por un salario mucho menor de lo que cobran el promedio de los trabajadores latinos. Como lo han señalado algunos expertos el índice de siniestros laborales en ese colectivo es bastante preocupante e incluso es de suponer que hay muchos casos no declarados.
Retomando el tema con los trabajadores que superaran cierta edad o los re-contratados después de su retiro a los 60 ó 65 años de edad, por la actual escasez de mano de obra hay una importante demanda y en general son muy bienvenidos en los sectores servicio y comercio. Las empresas de limpieza, cuidado de ancianos, mantenimiento de parques, cuidadores de playas de estacionamiento, preparación de comidas en supermercados, etc. permanentemente ofertan puestos de trabajo por horas y días con bastante flexibilidad para cubrir esas necesidades. En parte es una precariedad acordada porque los mismos trabajadores no anhelan las 8 horas diarias y prefieren 4 a 5 horas y solo tres o cuatros dias a la semana o a veces menos. Los horarios son irregulares y el empleador debe diagramar con mucho cuidado el cambio de turnos y prestar más atención en la continuidad de las tareas y en la prevención de accidentes.
Según un reporte de JISHA-Japan Industrial Safety & Health Association conocido como CHUSAIBO (Chuo Rodo Saigai Boshi Kyodai), da cuenta que los trabajadores mayores de 65 años de edad ocupan el 12.2% de la población laboral de 67 millones (no todos trabajan pero es la que trabaja y podría trabajar) y que cada año va en aumento.
De estos 8 millones de trabajadores, según el Libro Blanco de Adultos Mayores (Koreisha Hakusho), el 54.8% de los hombres mayores de 65 a 69 años y el 34.2% de 70 a 74 años se encuentra trabajando de alguna manera; y en las mujeres es el 34.4% las comprendidas entre los 65 y 69 años y el 20.9% entre los 70 a 74 años. A medida que aumenta la edad los contratos son por horas de trabajo y renovables por semestre o por año, o sea la precariedad va del 50% al 80%, pero en muchos casos es la condición que ponen los mismos trabajadores por sus limitaciones físicas y las necesidades de compatibilizar la salud y vida familiar. Desde luego, muchos ya están cobrando su pensión y para evitar reducciones en las pagas son muy pocos los que trabajan a tiempo completo.
El reporte de CHUSAIBO señala que los que fueron autónomos son los que más trabajan para complementar su pensión o para seguir cubriendo los gastos cotidianos de sus hijos que no se independizan o que no forman familia propia.
Estas son las particularidades de la fuerza laboral de los mayores que superan los 55 años de edad y la de los adultos mayores pos-retiro.
Por ende, sea por necesidad o por pasatiempo, el trabajo es parte de la rutina pero los riesgos de un siniestro laboral por falta de concentración en el trabajo, por descuido, por falta de reflejo y fuerza muscular, etc. son bastante más alta que el de los activos hasta los 50 ó 55 años de edad.
El gráfico adjunto muestra esa tendencia. Al año 2016 se registraron 327 muertes y 27.097 licencias por enfermedad o lesión con más de 4 días de reposo o cuidado en los mayores de 60 años de edad. Es más alto que otros estrato de edades. Se dice que algunos trabajadores siquiera declaran la lesión para evitar ser prescindidos o siendo una lesión grave el empleador no facilita los trámites del seguro «rosai hoken” ante la Inspectoría de Trabajo por miedo a sanciones o demandas civiles por indemnización y daños. Si bien no hay exceso de horas de trabajo sí hay descuido en la capacitación para la prevención de siniestros laborales. Dentro de la comunidad latina también hay más personas de edad y es importante cuidar la salud alimentaria como la física para que estén en buenas condiciones para rendir bien, pero viendo la enorme presencia de jóvenes asiáticos deben evitar esforzarse más allá de sus posibilidades para no quedar inactivos o limitados para siempre con secuelas irreversibles.