Un hombre y su máquina voladora solo contra un mundo es como un Quijote luchando contra molinos de viento.
El hombre en cuestión, un experimentado piloto de la Armada Imperial japonesa, se llamaba Nobuo Fujita (1911—1997) y su misión era inverosímil: bombardear, en solitario, el territorio continental norteamericano y provocar un gran incendio forestal en la costa oeste, cerca de la ciudad de Brookings, en el estado de Oregon, con la finalidad de distraer los esfuerzos militares estadounidenses del teatro de operaciones del Pacífico. Para la misión fue elegido un submarino I-25 que zarpó de aguas japonesas el 15 de agosto de 1942 rumbo a la costa del estado de Oregon, a donde llegó a principios de septiembre sin ser detectado por los norteamericanos, pero el tiempo lluvioso les obligó a permanecer varios días a la espera de que mejorase. Al fin, la mañana del miércoles 9 de septiembre dejó de llover y se inició el operativo a bordo del submarino, que se encontraba a una distancia de 80 kms del litoral. Así las cosas, la tripulación del sumergible japonés desplegó sobre cubierta el hidroavión Yokosuka E 14Y (una aeronave desmontable, que podía ser ensamblada ¡en tan sólo una hora!) y fue lanzada con una catapulta. El avión estaba tripulado por dos hombres, el piloto Nobuo Fujita y el navegante Shoji Okuda. La misión era sumamente arriesgada, ya que se trataba de volar un frágil hidroavión que iba cargado con dos bombas incendiarias de 340 libras, soltarlas en tierra adentro y volver a aterrizar sobre la pista del submarino.
Tras sobrevolar la pequeña localidad de Brookings, Fujita se dirigió a la zona boscosa de Mount Emily, y allí lanzó las dos bombas incendiarias que llevaban. Una de ellas no llegó a estallar, y la otra provocó un pequeño incendio que fue fácilmente controlado por los guardabosques. La vegetación seguía húmeda por la lluvia de los días anteriores, y eso hizo que el fuego no llegase a extenderse más allá de unos pocos árboles. En cuanto regresó el hidroavión a su nave nodriza ésta se sumergió enseguida en el océano para no ser detectado. El submarino nipón permaneció escondido en el lecho del mar durante tres semanas y volvió a la superficie la noche del 29 de septiembre para que el piloto atacara de nuevo. La solitaria aeronave volvió a adentrarse en el continente, cerca de Port Orford, y dejó caer sus dos bombas incendiarias en el bosque…. y no pasó nada.
El ataque de Nobuo Fujita fue una agresión sin víctimas e increíblemente romántica, además de fallida e inútil. Sobreviviente de la guerra, en 1962, Fujita fue invitado a visitar Brookings. Agradecido por la invitación y el recibimiento del que fue objeto, el piloto regaló al pueblo su espada samurai, que se conserva en el despacho del alcalde de la localidad. Fujita volvería varias veces más al pueblo, del que llegó a ser nombrado ciudadano honorario. En una de sus visitas plantó una secoya en el lugar exacto donde cayó una de sus bombas. Cuando murió de cáncer de pulmón en 1997 su hija enterró parte de sus cenizas entre los bosques que el aviador un día quiso incendiar. Una historia de guerra como pocas, con un conmovedor final.
Miguel Ángel Fujita
Graduado en Literatura U.N.M. de San Marcos – Perú
Profesor de español en la A.I. de Toyokawa
E-mail elchasquicorreo@hotmail.com