La identidad cultural es el conjunto de manifestaciones socioculturales (lengua, creencias, tradición, símbolos, costumbres y valores), así se forma una identificación colectiva, así nos vamos diferenciando de otras culturas. Todos poseemos desde el nacimiento una identidad cultural, pero también de acuerdo a cada familia dentro de una cultura mayoritaria podemos tener la influencia cultural de subgrupos. En mi caso, mi madre era peruana, y aunque mi padre era una mezcla de dos culturas, en mi casa, aunque la mayoritaria era la cultura peruana, también influía a menor grado la cultura japonesa.
En el caso de los latinos que residimos en Japón, son pocos los niños, adolescentes y jóvenes que interactúan con sus raíces o que pueden interactuar entre dos culturas a pesar de ser hijos nacidos dentro de un matrimonio internacional.
Hace poco leí en un artículo que debido al internet los jóvenes actualmente adoptan identidades culturales ya sea por las influencias de la música, comics, dramas, etc.; es decir viven en una era ficticia. Es natural que muchos hijos de padres extranjeros tomen interés hacia la cultura que los rodea, sin embargo, esto también constituye el factor principal para limitar su interacción con su propia cultura, perdiendo de esta manera su identidad y adoptando una identidad que puede más adelante generarles problemas de aceptación.
El que muchos niños de nuestra comunidad hallan nacido en Japón o llegado pequeños, ha sido un motivo para debilitar su identidad cultural, sin embargo, sin darnos cuenta, en muchos casos somos los padres quienes hemos debilitado la identidad cultural de nuestros hijos. Uno de los factores que influye en los padres es el temor al rechazo en la escuela y dejan que poco a poco sea el niño quien tome decisiones sobre su crianza, y no ellos como debería ser. Otro factor es optar por que sus hijos usen sólo el apellido japonés y escribirlo el nombre en kanji, algo que, aunque en la época de colegio se acepte, les traerá problemas cuando llegan a la edad de usar sus documentos y deban identificarse con sus nombres registrados ante las autoridades de su país. Lamentablemente, he visto el impacto negativo que ha tenido esto en muchos adolescentes, es como si hubieran vivido en una burbuja que tarde o temprano se esfuma, y aunque talvez algunos piensen que no es para tanto, nadie sabe el mundo que aquel niño o adolescente construyó dentro esa burbuja. Cuando el joven desde su niñez ha vivido en una identidad que no es propia, al darse cuenta puede generarle cambios emocionales y la pérdida de su identidad.
La identidad cultural puede ser muy relevante en el trato con los demás, especialmente cuando se construye como opción de aceptación. Recuerdo que hace unos años tuve una traducción en un colegio por maltrato psicológico verbal hacia un niño, lo triste para mí fue que dentro del grupo que atacó al alumno, se hallaba también un alumno de la misma identidad cultural que no aceptaba ser extranjero (se decía a si mismo half) cuando la verdad era que sus dos padres eran extranjeros. Honestamente creo que más fue mi tristeza por aquel niño quien al atacar verbalmente a su compañero y tildarlo de extranjero, se atacaba a mismo.
Leí un artículo que decía: “El conocimiento y la aceptación de su propia identidad cultural, permite aceptar las ajenas desde la tolerancia y el entendimiento, ya que esa identidad forma parte de uno, porque es su propia historia. La identidad cultural es un legado importante que los migrantes llevan consigo y que no deberían perder. Asimismo, no solo es un beneficio propio, sino que aporta a la sociedad que les acoge, una transculturación es un fenómeno que enriquece a ambas culturas”.
Criemos hijos que con sus conocimientos de identidad cultural y ésta nueva cultura que nos acoge, sean partícipes de ese fenómeno natural de progreso entre ambas culturas.
Una madre latina en Japón