De todas las personas que vivimos en Japón esta palabra es bastante conocida que casi creo que se ha incorporado a nuestro vocabulario diario. El hostigamiento de parte de un grupo a una persona es muy común en Japón y creo que siempre ha existido no sólo en el ámbito escolar sino también en el ámbito laboral, familiar y social. Es algo tan común que estoy segura que muchos hemos sido alguna vez víctimas con repercusiones psicológicas que no son fáciles de borrar, entre ellas el dolor y la impotencia así como también la pérdida de la confianza y de la autoestima. Como adultos podemos tomar medidas para defendernos, no así los niños o jóvenes que si no han crecido en un ambiente familiar cálido y de confianza les será difícil defenderse o «acusar” a los maltratadores sin temor a las posibles amenazas.
Las maneras favoritas de los «maltratadores”:
-Ignorar o lo que llaman «nakama hazure”. De un dia para otro el aire se torna raro y sin que nadie lo espere dejan de hablar al chico «elegido” o cuchichean de él a sus espaldas con sonrisas burlonas o mandando indirectas muy mordaces.
-Esconden los zapatos o las cosas personales.
-Una palabra favorita es «Kusai” con gestos despectivos.
– Poner el pie al otro para que se tropiece o empujarlo.
-Esperarlo a la salida de clase y molestarlo por cualquier tontería.
-Y pobre del chico que lleve dinero por que empezaran a extorsionarlo y a amenazarlo con decir algún «secretito”.
-En los chicos jóvenes es frecuente el obligar al «elegido” a robar en la tiendas (manbiki) o a robar dinero de sus propias casas.
Por supuesto que hay muchas maneras para su imaginación sin límites pero la preferida es la primera que hace que muchos chicos sientan enloquecer y prefieran desertar de la escuela.
En forma personal he tenido la experiencia con mis hijos y sé lo que se siente ser «víctima”. Mis hijos ya son grandes pero uno de ellos hace algunos años me contó lo mucho que sufrió por ser «diferente” y con una mamá fuera de lo «normal” (extranjera). Me sorprendí porque yo no trabajaba y estaba al tanto de ellos, me dediqué a cuidarlos y a participar en los eventos escolares para ayudarlos si me necesitaban. La profesora parecía muy simpática y me trataba con respeto pero a él lo ponía delante de todos con un cigarrillo en las pestañas o para que hablara en español; mi hijo se sentía muy mal porque se burlaban de él, por ser moreno y con ojos grandes y le decían que era un «Ainu”. También sufrió ijime por parte de sus compañeros y no decía nada por miedo, ya que lo amenazaban con decirle a la maestra para ponerlo en la clase de minusválidos si se acusaba.
La confianza y la comunicación con mis hijos hizo que a pesar de haber pasado por estas pruebas salieran adelante. Confiaban en mi y se sentían comprendidos, iba directamente a hablar con los padres de los «maltratadores” saltándome a los profesores que sólo daban vueltas al asunto. Nunca ofendí pero si fui clara y sin miedo me enfrentaba y pude lograr que mis hijos aprendieran a enfrentarse hablando sus preocupaciones sin temor. Sin embargo al igual que todos los que han sido víctimas muchas veces sentí la impotencia y el dolor en carne propia al ver sufrir a mis hijos.
El origen:
Podría llevarme mucho espacio analizarlo pero según mi experiencia y sin imponer mis ideas creo que la mayoría de los niños absorben una gran cantidad del estrés, angustia y dolor de sus propios padres. Si estos no son capaces de afrontar sus problemas de forma responsable, sus hijos absorberán esas emociones negativas y las sacarán fuera del hogar con un chico más débil que también ha sido educado por unos padres sobreprotectores o «fríos” a los que más les importa el trabajo. Los hijos que han crecido en un ambiente cálido y comunicativo también pueden llegar a ser víctimas pero la confianza en sus padres hace que salgan menos afectados.
Algunas soluciones:
– Desde pequeños intentar que los niños hablen de sus cosas sin temor a la critica
-Darles mucho afecto y demostrarlo mediante abrazos y caricias positivas:halagos y sonrisas. El intenso contacto físico con los niños desde bebés tiene un valor muy especial.
-Si usted está estresado, descargue su estrés de alguna manera pero no lo lleve a la casa y menos si tiene niños pequeños.
-Póngase de parte de su hijo e intente comprenderlo.
-No necesita hablar mucho, sólo esté presente, su presencia es muy importante.
Las demás se las dejo a su imaginación y si no sabe que hacer sencillamente busque ayuda.
Escrito por Irma Arauz