Este barrio, hogar de personas de más de 80 países, ha visto crecer el número de estudiantes internacionales que vienen a aprender japonés, principalmente de Nepal, Myanmar, Bangladesh y Sri Lanka.
Las escuelas han transformado antiguos edificios desde casas tradicionales hasta fábricas cerradas en aulas llenas de vida. Pero los estudiantes no solo estudian: participan en intercambios culturales con adultos mayores, ayudan en festivales locales y colaboran como voluntarios en la comunidad.
Los vecinos destacan la educación y el respeto de estos jóvenes. “Es maravilloso ver cómo interactúan con nosotros y aportan vitalidad al barrio”, dice un miembro de la asociación vecinal.
Las autoridades y las escuelas buscan consolidar esta relación, creando un modelo de cooperación entre estudiantes internacionales y comunidad local que sirva de ejemplo para otras ciudades japonesas.
En Ikuno, la convivencia multicultural no es solo una idea: es una realidad que crece día a día, mostrando que la diversidad puede enriquecer y unir a todos.


