El rol de los padres en la adaptación cultural de sus hijos

En Japón, miles de niños y jóvenes con raíces extranjeras ingresan cada año a un sistema educativo que no siempre los entiende ni los acoge. Para muchos, la barrera del idioma y las diferencias culturales se convierten en muros difíciles de escalar. Sin embargo, hay historias que demuestran que el apoyo familiar puede transformar ese reto en una oportunidad.

La de Derek Kenji Pinillos Matsuda es una de ellas. Peruano nikkei de cuarta generación, nació en Chiclayo, hijo de padres dekasegui que emigraron a Japón en la década de 1990. Llegó a Osaka en 1998, con solo seis años, y se encontró en un aula donde el japonés era el único idioma posible y las normas sociales eran muy distintas a las que conocía.

En ese contexto, sus padres jugaron un papel decisivo. A pesar de las largas jornadas laborales y el agotamiento, nunca dejaron de acompañarlo en sus estudios.

“Siempre recuerdo que llegaba a casa y repasaba con ellos las tareas del colegio. Gracias a eso pude adaptarme más rápido. No me costó tanto como a otros chicos que, lamentablemente, se sintieron excluidos y solos”, cuenta Derek.

Este apoyo cotidiano no solo le permitió aprender el idioma, sino también mantener su confianza y construir un sentido de pertenencia. Derek sabe que no todos los niños migrantes tienen esa suerte, y por eso subraya que la familia es un pilar que las escuelas, las comunidades y las políticas públicas deberían reconocer y fortalecer.

Su trayectoria académica lo confirma: graduado en Ciencias Políticas por la Universidad Kwansei Gakuin y con estudios de posgrado en Educación en la Universidad Sofía, hoy es profesor universitario e investigador sobre inclusión educativa y comunidades multiculturales. Desde sus aulas y proyectos, analiza cómo el soporte emocional y educativo de los padres influye directamente en la capacidad de los niños para superar el choque cultural y prosperar en el sistema japonés.

La suya es también una historia de reciprocidad: ahora Derek es el traductor oficial de su familia. Cuando sus padres enfrentan trámites complejos en japonés, él interviene sin dudarlo. “Es mi forma de devolverles lo que hicieron por mí”, dice.

El legado familiar se extiende más allá de sus padres. Su abuelo, directivo de la colonia japonesa en Chiclayo, luchó por preservar la herencia cultural de sus ancestros. Derek continúa esa misión desde Japón, ayudando a que las nuevas generaciones con raíces extranjeras se integren sin perder su identidad.

Para él, el desafío no solo está en el aula: “El gobierno japonés necesita una política clara para apoyar a los estudiantes extranjeros y convertirlos en un recurso humano valioso para el país”.

Su mensaje final es claro: “en la adaptación de un niño migrante, la escuela y la comunidad son importantes, pero el primer y más poderoso puente hacia la integración siempre se construye en casa”.

 

Hideki Nakazaki

Becario del programa “Simpatizante Nikkei 2025” de JICA