Los llamados “fraudes especiales”, en los que se incluyen trabajos ilegales a tiempo parcial como los de receptores de dinero en estafas, están provocando las peores pérdidas económicas registradas hasta la fecha en Japón. A pesar de las campañas educativas y múltiples advertencias, muchos jóvenes siguen cayendo en estas redes ilegales.
¿Por qué, entonces, tantos jóvenes siguen optando por este tipo de actividades a pesar de conocer los riesgos?
Durante entrevistas con jóvenes encarcelados en prisiones y centros de detención juvenil por haber participado en estos delitos, emergió un factor común que va más allá de la pobreza juvenil, una de las causas más discutidas hasta ahora: la incapacidad de expresar sus emociones y pensamientos.
“No puedo expresar con palabras mis sentimientos”, confesó uno de los entrevistados.
Uno de estos casos es el de un joven de 25 años, actualmente en prisión por participar en trabajos ilegales a tiempo parcial. Antes de ser arrestado, trabajaba como anfitrión, pero se quedó sin dinero debido al aumento de sus gastos sociales. Fue entonces cuando encontró en redes sociales una oferta para un trabajo ilegal y decidió postular. Su rol consistía en ir a las casas de las víctimas, hacerse pasar por empleado de una empresa y cambiar sus tarjetas de crédito, defraudando de forma sistemática.
Aunque admite que desde el inicio era consciente de que se trataba de un delito, durante la entrevista compartió algo inesperado: su dificultad para hablar de lo que sentía, de lo que realmente necesitaba, y de su sensación de vacío.
Este silencio, esta incapacidad de comunicarse con su entorno, parece haber sido un factor clave que lo empujó a una vida fuera de la ley. Así, se hace evidente que además de combatir la pobreza, es urgente abrir espacios donde los jóvenes puedan expresarse, ser escuchados y orientados, antes de que el silencio los lleve al delito.
Fuente: NHK