Más conocido como Síndrome del inmigrante, el Síndrome Ulises, afecta a las personas que salen de sus países para mejorar su condición de vida. Aparentemente no es una enfermedad mental sino un estado de estrés permanente. Lo podríamos definir como: «Estrés crónico y múltiple, especialmente cuando se da en circunstancias difíciles”. El nombre que se le da es porque se toma como referencia al héroe griego que pasó penalidades y peligros lejos de sus seres queridos.
Características:
– Parcial: porque no se olvida el país de procedencia.
– Recurrente: porque la persona mantiene lazos con el idioma, sus seres queridos; y todo lo que contribuyó a formar su personalidad.
– Duelo múltiple: se mantiene el apego con la familia, a sus padres, hijos pequeños, pertenencias, etc.; y le cuesta adaptarse a la nueva lengua, cultura, comidas, reglas etc.
– Sentimientos de ambivalencias: producido por los aspectos buenos y malos del país que lo acoge.
– El regreso: cuando retorne de vacaciones ya no será la misma persona que se fue.
– Es transgeneracional: no inclusión en la sociedad nueva, si no se supera esta ambivalencia puede desencadenar un cuadro de Síndrome de Ulises.
Causas:
– Necesidad y obligación de adaptarse a otra cultura.
– Nostalgia por el país de origen, solo recuerda las cosas buenas.
– Sentimiento de soledad e incomprensión. Ausencia de los seres queridos, siente que los abandonó por periodos largos lo cual le crea una tristeza interior que podría desencadenar en una depresión.
– El miedo al fracaso, muchos inmigrantes salen de sus tierras con la ilusión de una vida mejor pero algunas veces no se da, lo cual les produce un estado de preocupación permanente.
– Condiciones de vida: algunas veces no se alimentan de manera adecuada para ahorrar al máximo o viven de manera precaria para poder enviar dinero a sus familias.
– Temor por su situación ya sea su estabilidad económica, visado, trabajo, etc.
– Lucha por la supervivencia.
Síntomas:
– Insomnio y cansancio. Tensión, fatiga y nerviosismo con migrañas o cefaleas.
– Problemas cognitivos de memoria.
– Irritabilidad, depresión, cambios en el carácter.
– La duda permanente y ansia de regresar a sus países de origen.
– Incertidumbre por su futuro.
Consecuencias:
– Incertidumbre, estrés, enfermedades emocionales y mentales. Divorcios, suicidios, etc.
Tratamiento:
– Reorganizar su vida social.
– Adaptar las terapias de acuerdo a la cultura del paciente, es decir usar la Psicología Cultural la cual tendrá en cuenta los rasgos culturales y diferenciales de cada individuo.
– Buscar un trabajo que le dé seguridad, aunque la remuneración sea menor.
– Si es necesario recurrir a un tratamiento médico por medio de ansiolíticos y antidepresivos.
– Mantener una mayor comunicación con los seres queridos en el país de origen.
– Aplicar técnicas de relajación.
– Ejercicio físico como caminatas.
– Cambiar hábitos alimenticios, comer más verduras, frutas, pescado y eliminar la comida chatarra.
– Tener fuerza de voluntad, poner empeño y ser optimista.
Emigrar siempre ha sido duro para las personas que se han visto obligadas a hacerlo por necesidad y superación. Espero, con este pequeño artículo poder orientar un poquito a los latinos que recién han llegado y a aquellas que todavía no se adaptan a Japón.
Por: Psc. Sonia Romero de Hara E-mail: soniaromero23@msn.com