Si hemos de hablar de la antiquísima y fecunda literatura japonesa el primer nombre que se me aparece en la memoria es el de Yukio Mishima (en mi modesto juicio, el mejor escritor japonés de todos los tiempos), un grande entre los grandes de la literatura mundial, cuya vida pareció fundirse con su magnífica e ingente obra artística.
Yukio Mishima, nació como Kimitake Hiraoka en Tokyo en el año de 1925 en el seno de una familia de burguesía media. Fue esmeradamente educado en escuelas de gran renombre y desde muy temprana edad comenzó su carrera literaria. Después de la guerra se emplea en la burocracia estatal pero muy pronto abandona todo para dedicarse de lleno a la literatura. Mishima vivió, como tantos japoneses de su generación, el embate de dos modelos de cultura: la occidental postbélica y la propia y milenaria del Japón. Escritor versátil y prolífico, la novela «Confesiones de una máscara” (1949), su primer éxito notable, le hizo famoso con tan sólo veinticuatro años. Luego vendrían (entre su copiosa producción que incluyó novelas, libros de relatos, obras de teatro, guiones, cortometrajes y ensayos diversos) las novelas «Sed de amor” y «Los años verdes” (ambas datadas en 1950); en 1953 publica el libro de cuentos «La perla”. Y llegará la consagración internacional con las novelas «El rumor del oleaje” y la magistral «El pabellón de oro” (publicadas en 1956). En los años 60 vendrían las novelas «El marino que perdió la gracia del mar” (1963), «Música” (1965) y la tetralogía «El mar de la fertilidad” (1964-1970) compuesta por «Nieve de primavera”, «Caballos desbocados”, «El templo del alba” y «La corrupción de un ángel” (esta última editada póstumamente). Estuvo nominado en varias ocasiones para el premio Nobel de Literatura, pero fue después de su muerte cuando alcanzó verdadera fama mundial. De él dijo el galardonado Yasunari Kawabata: «No comprendo cómo me han dado el premio Nobel