¿Cómo enfrentar la incertidumbre? ¿Es posible estar preparado? Hay una conocida frase en Japón: shou ga nai, cuya traducción se puede interpretar como “no se puede evitar”, y que suele usarse ante eventos de los que no tenemos control, pero debemos enfrentar.
Si bien es fácil comparar esta frase con el “c’est la vie» francés o la inglesa «it is what it is», shou ga nai expresa un sentimiento universal de una manera claramente japonesa: no podemos controlar nuestro entorno, pero podemos controlar nuestras reacciones ante aquello que no podemos controlar.
Quizás por la misma exposición geográfica ante diversos desastres naturales a lo largo de las décadas, los japoneses tienden a tener un fuerte sentido de resiliencia, un profundo respeto por el mundo natural y la creencia en el poder de que nada en la vida es permanente.
En una nación donde la armonía social ha sido tradicionalmente primordial y donde la naturaleza es reina suprema, hay algo casi liberador en aceptar y convivir con situaciones difíciles en lugar de luchar constantemente contra ellas.
«Los japoneses tienen un fuerte sentido de unidad porque los eventos naturales impredecibles que ocurren en la región tienden a sucederles sólo a ellos. Esto los ha llevado a forjar un carácter muy resiliente y buscar maneras de lidiar con el medio ambiente», dice Susan Onuma, expresidenta de la Asociación Japonesa Estadounidense de Nueva York.
Religión
La aceptación y el aprecio de Japón por los caprichos de la naturaleza pueden haber surgido de sus dos religiones más populares: la fe sintoísta indígena del país y el budismo.
El sintoísmo se basa mayormente en la relación de uno con los patrones y el poder de la naturaleza y alguna vez se centró en la adoración directa de la naturaleza misma.
Los devotos creen en millones de deidades (llamadas kami) que viven en bosques, montañas y animales. Dado que estos espíritus cambian constantemente, existe la creencia de que sus seguidores viven en un estado constante de falta de permanencia.
Cuando el budismo comenzó a extenderse a todas las clases sociales en Japón en los siglos XII y XIII, los japoneses comenzaron a incorporar más estrechamente el sentido budista de fugacidad en el entorno natural y sus prácticas culturales.
Hoy día, todo, desde grabados en madera japoneses (conocidos como ukiyo-e, de una palabra budista que expresa falta de permanencia) hasta kintsugi (literalmente: «unirse con oro», pero en realidad un recordatorio para permanecer optimista cuando las cosas se desmoronan) y wabi-sabi (que nos recuerda que hay belleza en la imperfección) tiene sus raíces en esta idea de fugacidad y de aceptar aquello que no se puede cambiar.
Existe incluso un término para la filosofía japonesa de aceptar la falta de permanencia: «mono-no aware». Este concepto se refiere a “la naturaleza efímera de la belleza”, pero engloba un sentido más amplio de estacionalidad y fugacidad y quizás se explique mejor por el gusto de los japoneses por las flores de cerezo.
Cada año, a principios de la primavera, los habitantes de la ciudad salen a los suburbios más verdes para ver estas hermosas flores rosadas y blancas antes de que caigan al suelo.
Resulta muy enriquecedor aprender e interiorizar esta forma de ver la vida llamada shou ga nai. No solo para prepararnos frente a los antojos de la naturaleza sino, y más importante, frente a las adversidades de la vida misma. Solo así podremos vivir en paz frente a lo que el universo tenga preparado para nosotros querida comunidad Latin-a.
Por: Adrián Marcos García Comunicador Audiovisual de la Pontificia Universidad Católica del Perú E-mail: amarcos1771@gmail.com