Muchas veces vemos nuestras vidas como una cadena de obstáculos a superar, convertida en una especie de montaña rusa en la que nos vamos enfrentando a luchas permanentes.
Por ello, resulta importante cultivar un espíritu guerrero que nos permita alcanzar objetivos y sobreponernos ante adversidades. Sin embargo, tan importante como tener control sobre nuestra fuerza interior es utilizar la del adversario u obstáculo para vencer sin necesidad de desgastarnos.
El aikido se inscribe dentro de la tradición de las artes marciales japonesas, cuyo objetivo es el perfeccionamiento del ser humano mediante la integración de la mente, el cuerpo y el espíritu. También puede entenderse como una filosofía de vida basada en la no violencia, compartiendo puntos en común con la vía del ahimsa de los budistas.
Como plantea su fundador, Moriehei Ueshiba (1883-1968), el budo (camino marcial) del aikido no es un medio para derribar al adversario mediante la fuerza o el uso de las armas letales. Su esencia parte de ordenar la energía interna del universo, velando por la paz del mundo, moldeando y preservando en su forma justa todo lo que existe en la naturaleza.
“Las luchas tienen mucho que ver con la dictadura del ego. El yo sin ego es abierto, flexible y fluido en cuerpo, mente y espíritu”, afirma Ueshiba.
Por desgracia, hoy en día existen mandatarios que activan guerras evitables por los impulsos de un ego grandilocuente y desmesurado.
El maestro Ueshiba en su libro El arte de la paz decía que “la paz es la medicina para un mundo enfermo. Si queremos curar al mundo de la enfermedad de la violencia, el descontento y la discordia, entonces ese es el camino de la armonía. Existe en el mundo mal y discordia, porque la gente ha olvidado que todas las cosas emanaron de una misma fuente. Regresemos a esa fuente y abandonemos todos los pensamientos egoístas, la mezquindad y la cólera. Quienes no están poseídos por nada, lo poseen todo.”
Es saludable para nosotros y el mundo que nos rodea, desarrollar el arquetipo del guerrero que no lucha, disciplinado, entrenado y lleno de aptitudes que permitan leer el campo y la situación, para poder salir airoso sin pelear.
Esto pasa muchas veces por desarrollar la empatía hacia el otro, comprendiendo y atendiendo sus necesidades, sin olvidarnos del bien común de las partes. No tiene por qué ser fácil, pero vale la pena cultivar la fortaleza de la vía no violenta, tal y como nos la enseña el aikido.
El espíritu competitivo siempre será bueno hasta cierto punto, al igual que la idea del triunfo personal. Hemos sido educados culturalmente con la idea de que la “victoria” es la única vía para seguir mejorando, cuando en realidad la vida precisa de temple y equilibrio en todo momento, sobre todo en los más difíciles.
Querida comunidad Latin-a que estas festividades de fin de año sean el momento preciso de recuperar prácticas y filosofías como la del aikido para trazar puentes de paz y armonía en beneficio de nuestra sociedad.
Por: Adrián Marcos García Comunicador Audiovisual de la Pontificia Universidad Católica del Perú E-mail: amarcos1771@gmail.com