El síndrome de la cara vacía

Desde que se dio la medida de que el uso de la mascarilla quedaba a criterio de la persona, algunos hemos visto que aún no estamos en condiciones de volver a la normalidad, me refiero a aquella de hace tres años, es decir antes de la pandemia.

Veo por las noticias que en el extranjero, a diferencia del Japón, muchos países han vuelto a una normalidad casi igual a la de hace tres años ; sin embargo en Japón tal vez nos tome más tiempo pues en un mensaje que me llegó al teléfono de parte de la prefectura en la que resido, nos pedían que a pesar de la libertad en el uso de la mascarilla, seamos conscientes en su uso si estamos en determinados lugares tales como transporte público, instituciones médicas y lugares de concentración pública; a fin de evitar contagios porque el nuevo coronavirus aún no se ha erradicado sino que está entre nosotros como un tipo de influenza. En el mensaje también pedía que respetemos a las personas que usen y que no usen mascarillas, pero al mismo tiempo pedían que respetemos lo establecido por entidades privadas o públicas en las que por precaución se solicite su uso.

 

En una encuesta realizada a la población de pie sobre el uso de mascarilla, se pudo ver que el 80% de jóvenes y adultos usaban la mascarilla. También se llegó a la conclusión de que una de las causas del uso de mascarilla entre los jóvenes se debía a la falta de confianza para descubrir su rostro ya que, desde hace tres años, debido a la epidemia y el uso obligatorio de las mascarillas, todos nos vimos obligados a usar la mascarilla generando que nos acostumbremos a tener el rostro cubierto, especialmente esto se detectó en los jóvenes.

 

Al parecer, muchos adolescentes escondieron tras la mascarilla lo que les molestaba de su rostro (lunares, manchas, acné, etc.); algo que en algunos países han denominado como “el síndrome de la cara vacía”, una fobia que se caracteriza por la sensación de inseguridad que se genera en la persona al dejar al descubierto la cara, en este caso, por la retirada de las mascarillas y por el cual muchas personas han empezado a disminuir sus habilidades sociales.

 

Como madre de una adolescente también pude observar que mi hija no deseaba sacarse la mascarilla para la foto de graduación de su colegio, por lo que durante las vacaciones de primavera, después de informarme, me di tiempo para salir con ella para ayudarle a retomar la confianza en sí misma, el tiempo y la comunicación fue para nosotras de gran ayuda.

 

En un artículo escrito por una psicóloga contemporánea, me sorprendió que mencionaba la gran cantidad de aplicaciones para retocar fotos que salieron en estos tres años y cómo han sido tan usadas adolescentes y jóvenes. También leí que en muchos países de Europa y Asia se ha incrementado el número de cirugías estéticas, en una entrevista a un cirujano plástico japonés explicaba que muchas jovencitas que deseaban operarse le llevaban como prototipo los rostros de las aplicaciones, por lo cual instaba a los padres a buscar asistencia psicológica y orientación.

 

Aunque poco a poco vamos volviendo a la normalidad, debemos tomar precauciones y medidas, observando el desarrollo de nuestros hijos cuya vida social ha sido afectada durante estos tres años generándoles ansiedad, inseguridad y temor; como ha sucedido también con muchas personas adultas según un diario español que mencionaba que a raíz del virus se intensificaron otros trastornos, como la hipocondría, que hace referencia al miedo de caer enfermo o a la ansiedad. Asimismo, informaba que debido al retiro de la mascarilla hay personas que tienen miedo a contagiarse si salen de casa, también se han visto un aumento de casos de agorafobia asociado al miedo a las multitudes. El artículo instaba a escuchar nuestras emociones, identificar pensamientos negativos como la agorafobia y contraponer elementos de racionalidad pensando en frases tales como: “la mayoría ya está vacunado, los contagios están disminuyendo, ya se puedo salir”. También recomendaban ir quitándose la mascarilla de manera progresiva, salir de casa con alguien de confianza y asistir primero a espacios reducidos, hacer ejercicio físico al aire libre; sin embargo, también instaba a que, en casos especiales, era necesario obtener ayuda profesional.

 

Por una madre latina en Japón

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