Antes de que me cortaran el Netflix, uno de los programas que más me gustaba ver, era la serie animada Aggretsuko. En un mundo animal similar al de Zootopia, y con una estética muy kawaii (simpática), Aggretsuko nos presenta las peripecias de Retsuko, una chica venteañera que, como muchas otras en Japón, dejó su terruño para trabajar como contadora en una compañía de Tokio. En las diferentes situaciones en las que se ven envueltos ella y sus compañeros de trabajo, la serie presenta una lectura interesante de la sociedad japonesa, poniendo en entredicho temas cotidianos como las relaciones laborales, el género, los choques generacionales, las expectativas sociales, la soledad, las relaciones mediadas por los dispositivos digitales, etc.; todo con una buena carga de ironía y humor negro. Esto último era precisamente lo que me atrapó de esta serie: su capacidad para poner en entredicho muchas cosas que en la era Showa, eran dogmas que regían la vida de todo salary man (hombre asalariado).
En uno de mis capítulos favoritos, Retsuko va a un bar con dos compañeras para una cita grupal con 3 hombres de la empresa. Como resulado, ella fue la única chica que terminó saliendo con uno de ellos: el chico más introvertido y subvalorado de la oficina. Incrédulos, los otros hombres lo aconsejaron: ¡Vamos! ¡Saca toda tu masculinidad! (otokorashisa) En la siguiente escena, vemos a la nueva pareja en Disney. El chico siendo muy masculino, caminando en silencio dos pasos adelante, reservado, frío y monosilábico, mientras Retsuko camina detrás muerta de cansancio. Es aquí donde llega la reflexión. Esa escena que en su momento me sacó una carcajada, desnuda por un momento las masculinidades que, con diferentes matices coexisten en estas tierras que hoy habitamos. Entonces, en lo que queda de este espacio quiero hacer un muy pequeño análisis.
Y es que lo que culturalmente aprendemos, no es una si no diferentes formas de ser hombre que coexisten y en ocasiones entran en conflicto. Con sus consejos, los chicos de la empresa invocaron al canon normativo que el cine y los medios han depositado en la figura del samurai. Una forma específica de ser hombre en esta sociedad patriarcal y vertical. Ahí el hombre sabe su lugar, lo acepta y hace lo que debe hacer; de él se espera que esté bien enfocado en su deber; un hombre que no vea hacia los lados, no llora, no se queja y exhala autocontrol y estoicismo. El nuevo novio de Retsuko lo intentó torpemente, pero fue evidente que aquellos no eran sus recursos. En un mundo cambiante, él, como muchos otros, era un hombre hecho con otros materiales que frente a los más tradicionales lo colocan en un gradiente más cercano a la antigua idea de lo femenino; con características más reactivas que proactivas, sin liderazgo, pero más centrado en lo individual, sin poder evidente, pero naturalmente analítico.
Entonces, la escena descrita al principio, nos recuerda los matices que pueden tener nuestras masculinidades. Todos vamos por la vida como una que responde a nuestra propia historia familiar, experiencia y contexto histórico y social; e igualmente nos movemos en contextos que colocan sobre nuestros hombros presiones y expectativas que nos gritan: ¡Vamos! ¡Saca tu masculinidad! Sea cual sea, supongo que es sano vivir en sintonía con ella y sus matices.
Por Juan Antonio Yáñez



