TRISTE Y DOLOROSA EXPERIENCIA

Dos de noviembre del presente año. Día soleado en el distrito de San Juan de Lurigancho.
Tomé el bus de la línea 50. Muy adolorida me recosté en la ventana y dormí casi una hora y
media. El trayecto hacia el hospital Sabogal del Callao era largo.
Una angelical persona me ayudó a obtener la cita por teleconsulta y yo estaba muy feliz
esperando ansiosa aquel día. Llegué. Presenté mi DNI y caminé hacia Otorrinolaringología.
Había muchas personas haciendo cola. No pude escuchar claramente lo que decían porque
estaba lejos y también porque tenía un algodón en el oído derecho que me protegía de los
ruidos, ya que actualmente padezco de algiacusia / Hipoacusia neurosensorial severa.
Estando ya en la cola, escuché que la enfermera decía: “El Dr. D…no atenderá y en su lugar
estará la Dra….ella hará el favor de atenderlos, pero no hagan ningún desorden ni protestas
porque caso contrario no se les atenderá a nadie…ella les va a hacer el favor de atenderlos”.
Quedé atónita ante lo que escuché y las personas reclamaron indignadas que es un derecho
ser atendidas y que no es “un favor”, pero la enfermera les calló amenazándolos otra vez con
cerrar la puerta y no atener a nadie.
Los minutos pasaron, el dolor en mi oído se incrementaba más y más. Ya había pasado dos días
en cama a causa de ello sin que las pastillas o gotas menguaran ese padecimiento. Decidida me
acerqué y le pedí a la enfermera, con lágrimas en los ojos, que me permitiera pasar para que la
doctora me aplicase algunas gotas porque ya no soportaba más aquel dolor. Me miró y me dijo
que la doctora estaba atendiendo a otro paciente y que espere mi turno. No insistí. Luego de
una hora escuché mi apellido. Entré y le supliqué a la doctora ayudarme a aplacar aquel dolor y
me respondió: “Yo no soy tu doctor…solamente lo estoy reemplazando…no eres mi paciente y
no puedo darte nada”. La miré con ojos llenos de lágrimas insistiendo “Por favor, ayúdeme” y
solo me dio la espalda diciendo que no podía hacer nada y que llenaría los documentos para
un trámite.
Salí triste por la falta de empatía. Fui a la farmacia, pero no había la medicina que buscaba. Fui
a mesa de partes y el resultado de mi trámite será en un mes, así me respondió el joven de la
ventanilla, muy sonriente y relajado: “espere un mes, ja, ja… ¿quién es el que sigue?”
Salí y tomé el bus de regreso. El dolor no menguaba. Llegué a mi distrito, compré las pastillas.
Las tomé al llegar a casa y me eché a descansar. No hubo más tiempo para reflexionar si la
enfermera y la doctora tenían razón en sus actitudes y palabras. Solo sé que cuando uno está
en la carrera de Medicina, el trato debe ser más sensible, más empático, más humano.
Juzguen ustedes. Gracias por leerme.

CECILIA PORTILLA SANDÓN- PERÚ

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