Hace poco leí un artículo sobre jóvenes japoneses, estudiantes destacados formados en universidades muy competitivas que no tienen interés de socializar en el trabajo, sobre lo cual el autor decía «Las personas que van a la universidad deberían tener una idea clara de lo que quieren hacer y las que se gradúan deben reunir las condiciones para desarrollarse en un trabajo que les guste” En el artículo se hablaba de jóvenes que afirmaban que durante toda su infancia y adolescencia vivieron cumpliendo las exigencias de sus padres y maestros para no decepcionarlos, pero que al terminar la universidad aún con altas calificaciones y encontrar un buen trabajo, se daban cuenta que no era lo que querían. Otro caso era el de jóvenes egresados de la universidad que decía que en Japón la escuela sólo desarrolla la vida intelectual pero no la interacción social, por lo que les era difícil pasar de una vida de estudios a un ambiente laboral, muchos no pueden interactuar y socializarse, lo cual es muy importante.
En el mismo artículo, una madre y docente japonesa decía que la educación hasta el sexto grado en Japón es muy buena, pero después de eso se vuelve una competencia. Y que el sistema educativo termina presionando al alumno por eso es importante que los padres estén dispuestos a apoyar a sus hijos. Además, decía que los buenos padres pueden cubrir la falta de los maestros, pero los maestros no pueden cubrir la falta de los malos padres. Y que no sólo se trata de enviar a los niños a la escuela, es importante dialogar con ellos y conocer sus inquietudes.
Actualmente, muchos padres les exigen a sus hijos asistir a clases extras después del colegio, a fin de proveerles un futuro profesional estable, lo cual no sería malo si realmente es lo que el adolescente quiere. Debemos ayudar a desarrollar no solo su capacidad para memorizar sino también para pensar, la educación tradicional que consiste en memorizar en un 70% y pensar en un 30%, ¿podrá Japón cambiar esto?