Se conoce que la generalización de estas ha evitado una mayor incidencia del virus, pero ha provocado también una recesión económica mundial de largo alcance, para la que las administraciones públicas nos piden más sacrificios porque, según repiten, «estamos pasando por una situación totalmente excepcional y única”.
¿Situación excepcional y única?
Ciertamente estamos en tiempos de contracción económica, tal y como confirman todas las variables. Esta situación es una consecuencia directa de la aplicación de las medidas de prevención y de la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19 en la mayoría de los países. A lo que cabe añadir el sentimiento de pesimismo surgido de tanta mortandad y de la incertidumbre sobre el futuro.
Pero no es cierto que nos hallemos ante «una situación totalmente excepcional y única” en la historia, por mucho que a las administraciones públicas les guste repetirlo (¿quizás para justificar su negligencia durante el inicio de los contagios?).
Confinamientos históricos
No es la primera vez, ni mucho menos, que ocurre una pandemia letal que obliga al confinamiento de la población en sus hogares y a la interrupción de las actividades sociales y económicas, resultando en una gran recesión demográfica y económica.
Sabemos que desde tiempos inmemoriales ciertas bacterias patógenas y virus nos han atacado, y que ha habido enfermedades que se han extendido por toda la superficie habitada, por el desconocimiento y la falta de preparación de las sociedades en riesgo.
En la Europa medieval, por ejemplo, cuando la medicina estaba todavía poco desarrollada, —pero se sabía que el contacto personal favorecía el contagio— la Peste negra o bubónica provocó una gran mortandad en sus sucesivas epidemias y uno de los confinamientos más estrictos de la historia, con muchas ciudades cerrando sus murallas para evitar contagios.
En realidad, las epidemias infecciosas como la peste, el cólera, el tifus o la fiebre amarilla, llegadas con los barcos procedentes de lugares lejanos de Asia o América han representado una constante en las ciudades portuarias europeas, puestas a menudo en cuarentena bajo un rígido cordón sanitario.
Las prácticas de confinamiento como el aislamiento o el acordonamiento sanitario (cuarentena, cierre protección de fronteras, etc.) han sido, pues, ampliamente usadas a lo largo de la historia y han sido eficaces cuando las enfermedades infecciosas se transmitían por vía respiratoria y no existía una vacuna, como es el caso del actual coronavirus.
¿Medidas intrusivas o «New Lifestyle” japonés?
Sin embargo, son prácticas que actualmente generan mucha controversia porque son muy intrusivas y pueden ser discriminatorias hacia ciertos colectivos, teniendo además un gran impacto económico negativo.
En este contexto, el gobierno japonés nos propone ahora que adoptemos un «New Lifestyle” 新しい生活様式 (Atarashī seikatsu yōshiki ) para evitar el rebrote del COVID-19.
Dentro de este nuevo estilo de vida japones hay tres fundamentos de prevención: el mantenimiento de la distancia social, el uso de mascarillas y el lavado de manos, a los que se suman otras consideraciones profilácticas y de vigilancia cuando se viaja. Además, el nuevo estilo de vida propone nuevos hábitos de comportamiento diario durante las compras, el tiempo de ocio, el uso de transporte público, las comidas y las celebraciones ceremoniales familiares, y también en el ámbito laboral. Todo ello evitaría grandes intervenciones que limiten la libertad de los ciudadanos.
Por: Rosalia Avila Tàpies
Doctora en Letras por la Universidad de Kioto
E-mail: rosalia.avila@geografos.org