Malcriado: no criemos niños mandones.

 

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Hablaremos de algunas acciones que hacen que nuestros hijos sean malcriados, tal vez muchos hemos tenido una mamá que con una mirada nos hacía portarnos bien, ya que esos ojos tiernos que al mirarnos nos hacían sentir cuanto nos amaba, no consentían pataletas ni gritos.

Su interacción con la tecnología

Actualmente nos quedamos sorprendidos observando a los niños de esta época, su rapidez y destreza en el manejo de tabletas y celulares o recién nacidos modelando ante la pantalla del celular de sus padres; aunque esto pueda parecernos gracioso no podemos pasar por alto que tiene un efecto negativo en los niños. Podemos ver a un niño de tres años tener la inteligencia y destreza para hacer cambios en un celular sin embargo no pide ir al baño y prefiere ensuciar pañales y esperar que lo cambien, o ver como un niño que ya puede comer sin ayuda no lo hace porque prefiere que le den de comer en la boca mientras se distrae con el celular.

Aprenden del chantaje

También es común observar pequeños que entre medias lengua empiezan a ordenar a sus padres y aunque para algunos esto pueda ser gracioso y festejárselo, debemos tener cuidado y no dejar que el niño exija a gritos a sus padres recogerles los juguetes o que se acostumbre a gritar en el supermercado para pedir algo y que lo premiemos comprándoselo. No debemos pensar que para salir de la escena vergonzosa que representa un berrinche en la calle, debemos dejar que nuestros hijos actúen a su antojo, ya que se les hará costumbre y sin darnos cuenta, empezaremos a perder la autoridad en nuestro hogar.

Síndrome del Emperador

La falta de autoridad de los padres genera en los niños el “Síndrome del Emperador” también llamado “niño mandón” o “niño tirano”; que cada vez podemos ver con mayor frecuencia en la guardería, el colegio o mientras hacemos las compras. Entre otras características de estos niños, se puede mencionar que deciden cuándo y que comer, cuándo ir adormir, cuándo ver la televisión y qué ver; y aunque parezca increíble, sus padres se lo permiten.

Cuando nuestros hijos son pequeños tal vez no tomamos en cuenta estas actitudes y no percibimos que estamos cultivando en ellos sentimientos egoístas y falta de empatía hacia los demás con tal de lograr sus caprichos. Es normal que todo niño haga berrinche de vez en cuando pero no siempre, nuestros pequeños no siempre lo serán y cuando crezcan y necesitaremos imponerles disciplina no solo no lo aceptarán, sino que pueden enfrentarnos y hasta agredirnos.

¿Será causa de un tema genético?

Según los expertos, antiguamente se creía que este tipo de comportamiento se debía a un tema genético; sin embargo, actualmente se ha observado que muchas familias de condición económica media alta y alta, tienen más este tipo de problema que se atribuye a la falta de tiempo para educar y la libertad sin límites en la crianza generadas a veces por la culpabilidad que sienten algunos padres al dejar a sus hijos a cuidados de otras personas. Se dice que algunos padres tratan de compensar al niño dándole todo lo que desea sin pensar en el daño que le están ocasionando ya que cuando deje de ser pequeño o se cansen de cumplirle todos sus caprichos y decidan ponerle límites, no podrán hacerlo. Además, se corre el riesgo de que a medida que el niño se haga mayor, se convierta en una persona que quiera someter y humillar a otras, con poca capacidad de manejar la frustración y altas posibilidades de verse envuelto en problemas.

Enseñarles a respetar las reglas

El amar a nuestros hijos implica también castigarlos cuando no están respetando las reglas de casa que son los límites que desde pequeños debemos imponerles, lo cual por supuesto no significa aplicar castigos que dañen su integridad emocional y/o física.

Debemos enseñarles que toda regla no acatada tendrá consecuencias ya muchas de estas reglas son para evitar que ellos mismos se dañen. Decirles claramente si es necesario “¡No hagas eso!” o “¡No comas eso!” y explicarles el por qué. También es importante enseñarles que toda buena acción y esfuerzo tiene una recompensa y que entienda que no siempre puede salirse con la suya, ayudarle a manejar la frustración y a aprender a aceptar un “no” por respuesta es parte de nuestra labor de padres. Pero lo más importante es que le enseñemos con el ejemplo, nuestro comportamiento será su mejor ejemplo y no olvidemos emplear siempre frases como “por favor” y “gracias.”

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