Jóvenes latinoamericanos que asistieron a la escuela en Japón y ahora son profesionales (Parte 2)

JICA Yokohama realizó un estudio sobre el desarrollo profesional de jóvenes de ascendencia japonesa de Centro y Sudamérica que viven en Japón, enfocándose en las dificultades que han tenido que enfrentar como el idioma, la identidad y las relaciones humanas. Estos jóvenes superaron dichos retos, descubriendo sus fortalezas y los que les gustaría hacer, lo que los llevó a donde están hoy. A continuación, se presentan sus historias de superación para inspirar a niños y padres a ampliar sus horizontes y mirar al futuro con esperanza.

Continuará asumiendo desafíos

Melissa Shiroma Hernández (Universitaria, 23 años)

En la universidad estudió sobre los problemas que enfrentan las personas que tienen conexión con países extranjeros, esto la llevó a realizar un viaje en busca de sus raíces y encontrar su esencia. Tiene previsto trabajar en un periódico local.

Mi madre buscó actividades para mi

Mis padres peruanos llegaron a Japón en 1990. Nací en Yokohama, asistí a la escuela primaria y secundaria local, el estudio fue difícil. En matemáticas no entendía los problemas y en las tareas de lenguaje no tenía quien corrigiera los errores al leer en voz alta. Cuando estaba en primaria pensaba: «No soy inteligente». Durante la primaria asistía con mi madre a clases de español en el distrito Tsurumi. En la comunidad de Tsurumi hay personas de ascendencia okinawense como mi padre, que mantienen amistad desde que llegaron a Japón. Mi madre enseñaba danza sudamericana a niños en Tsurumi. Aprendí a bailar algunas canciones peruanas, piano e inglés y era buena en educación física y música. Hace poco me enteré de que mi madre quería crear muchos lugares, además de la escuela, en los que yo pudiera participar. Gracias a ella, pensé: «Si no me va bien en la escuela o estudios, tengo habilidades de baile e inglés».

Buscando sus raíces okinawenses mediante un concurso de español

Cuando cursaba la secundaria básica tenía confianza en mí inglés, pero había materias que no dominaba. Quería saber cómo estudiar, así que en segundo año empecé a asistir a una clase de refuerzo y mis calificaciones mejoraron. Para el ingreso a la secundaria superior me enfoqué en la Escuela Secundaria de estudios Internacionales Prefectural que ofrece una excelente educación en inglés y donde también podía aprender español. Me dijeron que, con mis calificaciones actuales, sería difícil. Pero al tener clara la meta de la escuela que deseaba, logré superar el desafío del examen de admisión. En la escuela, estudié mucho el español, también lo practiqué un corto tiempo en España. En el concurso de oratoria en español, mi presentación fue sobre los inmigrantes de Okinawa en la época de mi abuela, bisabuela y mis raíces; desde entonces empecé a tomar conciencia de la conexión entre Perú y Okinawa, y después visité el Museo de Migraciones de JICA Yokohama para conocer la historia de la inmigración.

Supe que la universidad tiene un examen de ingreso AO en el que se evalúan la personalidad, la capacidad y la aptitud mediante ensayos, entrevistas, etc. Para postular me preparé enfocándome en mi propia experiencia.

Los desafíos en el entorno educativo que enfrentan los niños con raíces extranjeras me parecen aplicables a mi propia experiencia. Durante la primaria y la secundaria, aunque hacía las tareas como los demás, no lograba seguir el ritmo en los estudios y pensaba que era tonta. Sin embargo, me di cuenta de que no era un problema de capacidad, sino que estaba relacionado con mi origen extranjero, como el idioma y las costumbres en casa.

Quise aprender más sobre la convivencia multicultural y consulté a un conocido que trabaja en este ámbito desde hace mucho tiempo. Me recomendó el seminario Shiobara de la Universidad de Keio, y asistí a una clase de apoyo al aprendizaje organizada por el seminario. Allí revisaron la carta de motivación que escribí para mi examen de ingreso a la universidad. También hice un mapa mental para aclarar cómo mis acciones e intereses habían influido en mí, y qué tipo de sociedad quería construir y cómo actuar para lograrlo. Dedicar tiempo al análisis personal me ayudó a establecer la base de mis valores actuales.

Logré ingresar a la universidad, y en el seminario Shiobara estoy estudiando los problemas que enfrentan los jóvenes con conexiones extranjeras desde una perspectiva multidimensional. Al aprender sobre la discriminación en la convivencia multicultural, a veces me cuestionaba desde qué posición debía abordar este aprendizaje. Aunque sigo reflexionando sobre ello, esas dudas también han sido un aprendizaje valioso.

En la segunda mitad de la universidad, emprendí un viaje a Okinawa para buscar mis raíces y explorar quién soy. Ahora he llegado a la conclusión de que mi hogar es Yokohama. Me he dado cuenta de que mi identidad es una mezcla de Yokohama como base, junto con las culturas de Tsurumi, Okinawa y Perú, y eso representa mi respuesta personal a esta búsqueda.

Mensaje a los jóvenes

No debes limitarte en lo que crees que puedes hacer; es mejor intentarlo. Es gracias a los desafíos que experimentas tanto fracasos como éxitos, y todo eso forma parte de una buena experiencia. Por eso, haz lo que quieras de la manera que más te guste, y hazlo hasta el final. Además, no tengas miedo de apoyarte más en los demás. Ser independiente significa también ampliar las personas o lugares en los que puedes confiar. Decir “por favor, ayúdame” puede aumentar tus propias oportunidades y también puede hacer que la sociedad se dé cuenta de los problemas que existen.

Cómo superar el no sentirse en casa desde la experiencia de ir y venir

Noriichi Kishimoto (33 años)

Nacido en Perú. Desde los 3 hasta los 18 años viajó tres veces entre Perú y Japón. Actualmente trabaja en ventas de productos industriales.

Un nuevo entorno cada vez que iba y venia

A los 3 años llegué a Japón, en la guardería tenía amigos y fue divertido. A los 6 años regresé a Perú y asistí a una escuela pública. Aunque tenía buenas notas y mi vida transcurría bien, a los 9 años volví a Japón para vivir con mi familia en Nagoya. No quería venir a Japón. En la escuela primaria no entendía japonés y me ponía nervioso porque sentía que todos me estaban mirando, y empecé a preocuparme por lo que los demás pensaban de mí. Mis padres trabajaban y como no había nadie en casa, decidí ir a la escuela. Justo cuando iba adaptándome mediante la ayuda de profesores y quienes me rodeaban, nos mudarnos. Tenía que empezar a hacer amigos desde cero. Al principio me costó integrarme porque ya estaban formados los grupos. Como tenía que asistir a la clase de japonés mientras mis compañeros estudiaban en la clase, sentía incomodidad por la forma como me miraban. Logré hacer amigos que se interesaban en mí, aprender japonés, desarrollar rutina diaria y hablar sobre temas comunes en español con otros alumnos de raíces peruanas, así que fue un buen lugar para estar.

En la escuela secundaria me encontré en un entorno nuevo. Como los alumnos venían de diferentes escuelas primarias, sentí que “todos teníamos la misma línea de partida” y pude relajarme. Aprendí a preparar solo los útiles escolares preguntando a los demás sobre lo que no entendía y tomar decisiones aceptando la situación. En verano de segundo año de secundaria, tuve un fuerte deseo de jugar fútbol en Perú, por lo que consulté a mis padres y, después de graduarme regresamos a Perú.

Aunque había una gran competencia en el equipo del club, las conexiones en la comunidad nikkei me hicieron sentir como en casa y me divertí mucho con nikkeis de mi edad. A los 18 años sufrí una grave lesión y sentí que ese era el fin de mi carrera futbolística, por lo que empecé a pensar si trabajar o seguir estudios superiores. Quería encontrarme con mis amigos de Japón, definitivamente quería regresar para la ceremonia de mayoría de edad y sentí que Japón era el lugar más cómodo para vivir, y como llegó el momento de renovar mi visa, comencé a pensar en mi carrera en Japón. Mi decisión coincidió con las ideas de mis padres y todos regresamos a Japón.

Carrera construida a partir del trabajo a tiempo parcial

Al venir otra vez a Japón, trabajé a tiempo parcial durante dos años. Luego dejé mi trabajo para buscar un trabajo fijo y trabajé como empleado temporal en una fábrica industrial de caucho durante unos dos años. Me ofrecieron un puesto de tiempo completo y al año siguiente trabajé como subjefe de línea de producción, responsable de sección y en mi noveno año, jefe de sección.

Pensando en el siguiente paso, me trasladé a una fábrica de otra empresa del mismo sector. Tuve buen trato y relaciones humanas y tuve a la vista un ascenso a gerente de fábrica. Después de unos seis meses, mi empleador anterior me pidió que volviera a trabajar en ventas y, decidí volver a trabajar como vendedor porque me interesaba saber cómo se utilizaban las cosas que hacía. También aprendí etiqueta comercial. Mi punto fuerte como vendedor es que puedo utilizar los conocimientos informáticos que aprendí en una escuela vocacional en Perú y mi experiencia en las fábricas para dar explicaciones persuasivas y detalladas.

Aprovechar lo que he cultivado sintiéndome fuera de casa

Probablemente fui reconocido por la capacidad de hacer exactamente lo que me decían, preguntar cuando había algo que no entendía, trabajar en serio, aplicar conocimientos adquiridos y sugerir método eficaz a los mayores. En mi rol, era consciente de mirar a mi alrededor y cambiar mi posición y cómo interactuar con ellos. Quizás fue algo natural para mí, ya que en mi vida siempre he estado en entornos diferentes. En verano de 2024 marqué mi quinto año en ventas. Todavía estoy buscando trabajar considerando varias posibilidades. Deseo utilizar mis habilidades de español, comunicación y experiencia para crear una oportunidad de conectar a Japón y Perú.

Aumentar la autoestima y continuar el camino

Inauguró un bar de shochu y pisco (licor peruano), en Asakusa

 

Andrea Saravia Oshiro (36 años)

Relación entre dos lenguas y sus padres

Llegué a Japón cuando tenía 3 años y no tuve problemas con el japonés, estudié al igual que otros niños. Mis padres me hablaban en español y yo respondía en japonés. Mis padres no podían leer los avisos de la escuela y, en ocasiones actué como intérprete entre padres y profesores en la entrevista escolar. Con el paso de los años, solo entendíamos la mitad de lo que nos decíamos. Aunque entendíamos “está bien” o “está mal”, no podíamos explicar el motivo en el idioma del otro. Me sentí sola porque sentía que no me entendían y no tenía comunicación suficiente con ellos. Cuando estaba en primer año de secundaria, mi madre tuvo que ser operada y mi padre decidió que le era imposible criar a sus 3 hijos él solo mientras trabajaba, por lo que nosotros regresamos solos al Perú. Después de llegar, fue el momento en que me sentí más solitaria por estar separada de mis padres. Ahora entiendo; mis padres tenían que abandonar sus carreras en Perú y trabajar duro por sus hijos en un lugar donde no tenía amigos. En Perú, ingresé a una escuela japonesa como “alumna libre”, me bajaron un grado y sin calificaciones porque no entendía español. Durante un año me concentré en aprender el idioma. Al mismo tiempo, llegó el momento de adaptarme a la forma de pensar y las costumbres peruanas en la escuela, en la ciudad y en casa. Aprendí a escribir, escribí cartas a mis padres en Japón. Cuando aprendí a hablar español me di cuenta de las ideas y políticas que tenían mis padres. Ahora, cuando me siento deprimida, mis padres son quienes me animan con sus palabras.

Los efectos del ejercicio para elevar la autoestima 

La escuela secundaria en Perú fue divertida. Cuando estaba en Japón, mi autoestima era baja. En Japón se elogian los cuerpos delgados y la piel clara, pero en Perú son más populares las llenitas y de color tostado. Mis valores de belleza eran completamente opuestos y me di cuenta de que “yo puedo decidir qué es belleza para mí”. Mi maestra de secundaria, profesora Biviana Goto, realizaba actividades semanales para “aumentar la autoestima y conocerse a sí mismo”. Al escribir en cada hoja sobre lo que me gustaba de mi personalidad, pude escribir fácilmente “alegre”, “animada”. Después de llenar todas las hojas, me di cuenta de que había cosas buenas en mí y comencé a tener confianza. Japón puede encontrarse en un entorno donde la autoestima tiende a bajar fácilmente. Muchas veces, para llamar la atención dicen “Si haces eso, que vergüenza, todos te están mirando”. En Perú dicen: “deja de hacer eso que te estás lastimando”. Si consigues aumentar tu autoestima durante la adolescencia, en adelante tu vida será más fácil. Quizás por los ejercicios de autoestima que hice en Perú, nunca he tenido problema con mi identidad. Yo soy “yo”. No es necesario intentar encajar en el molde de un país o tratar de unir lo intangible a lo tangible.

Obteniendo oportunidades de muchos encuentros y avance en su carrera en Japón

Desde pequeña me encantaba dibujar. Me interesé por la psicología y fui a una escuela vocacional donde pude estudiar dirección y diseño publicitario, que mezcla psicología y diseño. Sin embargo, sufrí una lesión durante el curso y tuve que dejar la escuela y regresé a Japón para ser operada. La cirugía fue exitosa y comencé a trabajar en una fábrica para ganar dinero y comprar pasaje para volver a casa. Para poder decir que había pasado un tiempo significativo en Japón, asistí a un curso de retrato profesional, y luego de 1 año de terminar el curso fui contratada por la misma empresa. Después de 1 año de trabajo de atención al cliente, me asignaron al departamento de diseño de la casa matriz y estuve a cargo del trabajo de diseño publicitario durante cuatro años. Aprendí cómo trabajar en una empresa japonesa y mejoré mi japonés. Después de eso, asumí el desafío de trabajar como gerente por una semana (週マネージャー)para conseguir un trabajo relacionado con mis bebidas alcohólicas favoritas. El trabajo de bar tender fue divertido, y para abrir mi propia tienda trabajé en un bar de shōchū que me sirvió de referencia, y al mismo tiempo iba al fabricante y aprendía sobre esta clásica bebida alcohólica de Japón. Hace tres años abrí mi bar de pisco y shōchū en Asakusa. Para abrir mi negocio, estaba limitada por tener solo una visa de residente a largo plazo (teijyu-visa), por lo que recibí el apoyo de muchos japoneses. Para diseñar la tienda utilicé mi experiencia y conocimientos de diseño. Mucha gente en Tokio ahora se siente sola. Quiero crear un lugar donde la gente se sienta como si estuviera en la casa de un amigo.