Durante este año 2015 que casi finaliza hubo varios seminarios organizados en el marco de los 25 años de la presencia peruana en Japón. En dos ocasiones estuvo el Presidente de la APJ (Asociación Peruano Japonesa, con sede en LIMA), Dr. Pedro Makabe, quien expuso sus ideas y percepciones ante un nutrido público japonés y peruano junto a otros panelistas.
En este tipo de reuniones siempre surgen preguntas y propuestas sobre la organización más institucionalizada de los peruanos en Japón. No es que no existan asociaciones civiles de connacionales, sea con personería jurídica o no (entidades de hecho), pero en diversas regiones hay grupos artísticos que promueven la cultura peruana y buscan participar en diversos eventos de intercambio cultural organizados por los municipios y centros de intercambio internacional (kokusai koryu kyokai). La presencia de estos grupos y la de los restaurantes en actividades culturales y gastronómicas es la mejor manifestación de la presencia peruana y extranjera en Japón.
Tanto entre peruanos y brasileños como en las comunidades asiáticas, existen diversos grupos de nacionales a nivel local y regional, y hasta asociaciones tipo federación que dicen representar a todos sus connacionales. Algunos colectivos hasta tienen cámaras empresariales que dicen tener cobertura en todo Japón.
Los inmigrantes, en todas partes y en cualquier momento histórico, suelen organizarse primero para confraternizar y ayudarse mutualmente. Luego, buscan ampliar sus relaciones con la sociedad y las autoridades locales para integrarse y facilitar la integración de sus hijos. En líneas generales, con sus particularidades y tiempos, suelen formar entidades o centros que les permitan reunirse, festejar aniversarios, realizar eventos propios, etc. Y a medida que van logrando mayor presencia son invitados a participar en actividades locales conmemorativas y van teniendo un espacio mayor para publicitar su presencia.
Los bailes y cantos folklóricos con sus coloridos vestidos y ritmos y los platos populares con ingredientes y sabores diferentes, son los elementos que permiten generar una mayor atención. A medida que esa presencia va tomando relieve en escuelas, eventos municipales y aniversarios, los mismos migrantes se van organizando mejor para darse a conocer de manera más eficiente y efectiva. A ese efecto, en Japón, algunos grupos se organizaron bajo la modalidad de NPO (Non Profit Organization, asociaciones civiles sin fines de lucro) para tener mayor consistencia y credibilidad, aunque por la complejidad de la gestión administrativa siempre es necesario tener un partner japonés (no es obligación, pero sin el manejo del idioma japonés, principalmente de la escritura, no es posible administrar este tipo de entidades). La mayoría son grupos «de
hecho” y si bien se les hace más difícil ser objeto de subsidios público o de donaciones de empresas o fundaciones, tienen una mayor flexibilidad y menor carga administrativa.
De cualquier manera, en estos 25 años, hubo decenas de iniciativas en cada localidad en organizarse para diferentes objetivos, pero la gran mayoría o casi todas no han subsistido en el tiempo. Solo los que tienen un objetivo definido, puntual o local y gozan de apoyos continuos de los propios y japoneses, han logrado sobrevivir y mantener cierta presencia «institucional” sin ser una institución formal o constituida. A veces una empresa con perfil social tiene más presencia porque son mejores administradores de los recursos escasos.
Siempre se discute sobre la legitimidad y la representatividad de estos grupos o asociaciones y por ende es común que los iniciadores buscan ese aval ante el Consulado o la Embajada. Empiezan por hacer una estructura administrativa con un Estatuto incumplible cuando en realidad esto debería ser lo último o la consecuencia natural de un proceso de desarrollo y madurez. Por eso, por más que nazcan como asociación o federación, antes del año dejan de cumplir esa función y en unos años casi nadie recuerda esa «institución”.
En ese sentido, tal vez, los asiáticos son más pragmáticos y se centran en organizar determinados eventos o actividades y nada más (Eje.: Festivales en Tokio, más precisamente en el Parque Yoyogi, con mucho auspicio de firmas que tienen relación con el país de origen). Suelen ser «asociaciones” que tienen el carácter de comisión organizadora y vuelcan todo el esfuerzo en organizar uno o un par de eventos al año. Al ser preciso y puntual, los que participan en la organización saben que no despiertan dudas ni suspicacias en el manejo y gestión. No es que no la haya, pero no se desgastan en luchas internas y la comisión directiva destina todo el tiempo y los recursos posibles en la organización del evento donde concurren decenas de miles de público japonés. Son conscientes de que un fracaso es un desprestigio de toda la colectividad. Hay una selección previa bastante rigurosa de los grupos artísticos y comercios gastronómicos o étnicos que van a participar, pues la mala calidad incide muy negativamente en la imagen de todo el colectivo. En ocasiones profesionalizan la organización y subcontratan agencias o consultoras que dan soporte logístico durante todo el evento. Los cálculos de costos, pago a los artistas, cobro de participación de los negocios, etc.; deben realizarse con rigor contable porque una mala planificación puede generar un déficit que incida en las limitadas finanzas de los organizadores.
Por eso, organizarse en asociaciones es ir madurando en la integración social. Es cuando dejan de manejarse solos y aprenden a compartir el asesoramiento y soporte de los locales para fortalecer las conexiones con el Municipio, la Prefectura y a veces con organismos gubernamentales nacionales, incluyendo la Embajada y el Consulado de su propio país.
La realidad señala que a veces una empresa, una persona o un grupo, pueden ser mucho más representativos de una comunidad extranjera que varias «asociaciones” mal manejadas de baja credibilidad. Aunque tengan la «legitimidad” que señala un Estatuto, generalmente poco cumplible, para los japoneses es más importante la confianza depositada en la persona que en una «institución” que no está bien organizada ni rinde cuentas debidamente.
Los japoneses que emigraron a América Latina sufrieron estos dilemas pero eran tiempos mucho más difíciles y por ende sus prioridades eran mucho más definidas. Pero, en el caso de los latinos en Japón, desde un primer momento gozaron de diversas ayudas públicas y siguen siendo objeto de apoyo en muchos aspectos, será por eso que no necesitan organizarse demasiado para ayudarse, reclamar grandes cambios, ni denunciar injusticias intolerables (no es que no la haya pero muchas han podido ser superadas). Desde luego que en el día a día puede haber fricciones culturales y sociales de diversa magnitud, pero la gran mayoría son sorteables y solucionables en la medida que los mismos extranjeros comprendan mejor el idioma, las costumbres y pautas culturales de los japoneses. Y en la medida que profundicen la integración, muchos podrán volcar mejor la diversidad que tienen los latinos en beneficio de la sociedad japonesa. Lo que sí hay que tener en cuenta es la necesidad de tener más tacto en la modalidad cuando se ofrece algo diferente, pues los japoneses necesitan de su propio tiempo para digerir lo que viene de afuera.
En ese sentido, sean grupos de hecho o «instituciones”, deben definir mejor los objetivos y asumir con realismo lo que es realizable y no abarcar demasiado. Es de suponer que en este cuarto de siglo han aprendido estas lecciones y de ahora en adelante, si lo consideran apropiado, podrán institucionalizar un poco más las relaciones con la sociedad japonesa, sea a través de la cultura, la música y la danza, de la economía y los negocios, etc.
Ref: Instituciones Latinas de Japón y sus desafíos, Agosto de 2010, Discover Nikkei.
http://www.discovernikkei.org/es/journal/2010/8/17/nikkei-latino/
http://www.discovernikkei.org/es/journal/2010/7/5/nikkei-latino/
Por: Lic. Alberto Matsumoto www.ideamatsu.com