UNIVERSIDAD en Japón: buena inversión o derroche

Para los padres que ahorran e invierten en la educación superior, sea en el país que fuere, decir que eso es un «derroche o una inversión poco propicia” puede ser humillante y ofensivo. Sin embargo, tanto en los Estados Unidos donde están las mejores universidades del mundo como en Japón y los países europeos, y últimamente en los países emergentes de América Latina como Chile, Brasil, Argentina y en el mismo Perú, no son pocos los que se preguntan si es una buena inversión ir a la universidad.

Se percibe que los padres de familias latinas que viven en Japón también tienen esa inquietud porque el costo de una carrera universitaria oscila el millón para las universidades públicas y de 1.2 a 1.5 millón para las universidades privadas solo por el primer año y si es una carrera común de 4 años el costo total llegaría a ser de entre 3 y 5 millones, respectivamente. Si es en los EE.UU esta cifra se elevaría de 2 a 3 veces y en los países como Chile, sin llegar a las cifras de Japón, los gastos en educación superan las posibilidades de una familia de clase media y los obligan a endeudarse en demasía. En España el costo anual en una universidad pública rondaría los 1.000 euros, unos 110.000 yenes, una cifra baja a comparación de Japón (Los estudios universitarios son generalmente costeados con los ahorros e ingresos de los padres, aunque cada vez más es también con los trabajos eventuales del mismo estudiante y becas o préstamos o una combinación de ambos).

En este último decenio se ha observado un importante crecimiento económico en muchos países del mundo, principalmente en los llamados emergentes (no es el caso de Japón ni de los países industrializados donde se han mantenido tasas bajas y una muy lenta recuperación), que por la globalización económica ha permitido a muchos encontrar más oportunidades laborales no solo en el país de pertenencia o residencia sino también en países de la región o de otros continentes. Las empresas suelen exigir, por un lado, mínimamente la secundaria completa o una carrera universitaria y por otra parte, para trabajos de «alta calificación”, posgrados en maestría o doctorados. Sea en el país que fuere, la competencia es feroz en la evaluación inicial para la contratación, pero por otra parte se observa un dilema en que no siempre se valoran debidamente las aptitudes ni los logros en el trabajo. Eso provoca que los trabajadores dejen o cambien de empleo en períodos cortos no pudiendo acumular experiencias que redunden positivamente en su curriculum y además, dificulten la reubicación en el siguiente trabajo. En Latinoamérica es patente que haya escasez de mano de obra especializada en todos los rubros y tareas, principalmente en niveles intermedios de la construcción, manufactureras y también en el sector comercio y servicios.

La contradicción que se observa en la sociedad japonesa es que a pesar de lo estructurado que es la educación (según el puntaje promedio «hensachi” entran a las universidades «aptas” para esos niveles) y el mecanismo de ubicación y contratación laboral (la «necesidad casi imperiosa” de que al graduarse tengan el primer empleo asegurado), más del 30% deja ese «preciado trabajo” en menos de 3 años. La proporción de renuncia voluntaria es mucho más alta en las pequeñas y medianas empresas. A pesar de todo, en el último año de estudio deben realizar toda esta «campaña” de búsqueda laboral llamado «shushoku katsudo” para lograr el bendito «naitei” que es la confirmación del primer empleo al finalizar la vida universitaria.

Relacionado a esto la otra contradicción que se observa es que en vez de exigir que terminen con los debidos conocimientos de su «especialidad” en un contexto en que el nivel académico general de las universidades japonesas no está en los estándares de excelencia que exige la globalización y el exigente y cambiante mercado laboral, la enorme mayoría, salvo los que han concurrido a las mejores universidades y a las carreras de cierto reconocimiento (se aclara que hay carreras, incluso de posgrados, que aunque fueren de universidades de «elite” tienen muy poco peso al momento de buscar trabajo), deben ubicarse en la actividad que fuere y en una empresa que los acepte. En parte es una resignación saludable y un reconocimiento de sus limitaciones por cuanto eso promueve una dinámica propia de la oferta y la demanda laboral y una baja tasa de desempleo (en Japón es de 4.5%, a febrero de 2012).

Es por eso que si bien es de vital importancia la asignación de recursos para los estudios hay que saber muy bien el contexto y las particularidades y las tendencias actuales de la sociedad y el mercado laboral japonés y del mundo. No hay que olvidar que en Japón el 96% termina el ciclo secundario completo y el 56% ingresa a la universidad y más del 25% sigue carreras técnicas de 2 ó 3 años de estudio. En este sentido ya de por sí hay una base de jóvenes graduados con buena formación básica, que más allá de la falta de alineación entre los estudios, el talento o capacidad y el trabajo, poseen las condiciones suficientes de adaptación que exige el mundo laboral, sea en tiempos de crisis o de crecimiento.

Y si se orienta bien las aptitudes y la diversidad cultural de los hijos de familias latinas en Japón tendrían lo que el mundo laboral más necesita: idiomas (inglés, español), manejo cultural (entender conductas y pautas de otras culturas) y flexibilidad y rapidez de reacción para lo imprevisto (en las escuelas japonesas no siempre se promueven estos «valores”).

El problema es cuando no tienen siquiera la secundaria «koko” y quedan limitados en acceder a los programas de capacitación técnica que ofrecen las instituciones públicas. Es por eso la insistencia en que las familias latinas en Japón prioricen la terminación completa de los estudios de la secundaria y en lo posible en escuelas de buen nivel para dejar abierta las posibilidades de acceso a la educación superior. Si la opción es seguir un «senmon gakko” pueden antes trabajar para ahorrar y luego dedicarse a los estudios pues estas escuelas son de una formación más aplicada.

Sean instituciones educativas públicas o privadas, los costos de la educación superior no son nada despreciables y por ende, antes de preguntar por becas y préstamos, los padres deben buscar la adecuada información y pensar mejor en qué carreras y en qué universidades o institutos técnicos pueden lograr un acceso laboral más viable más allá de las preferencias y «sueños” a veces poco realistas o realizables. Además, si se desea compartir una ilusión «yume” con sus hijos, éstos también deben asumir los riesgos y responsabilidades junto a los padres, caso contrario pueden terminar no solo en frustraciones personales y familiares sino también en largas deudas y llegar a la conclusión de que los «estudios superiores” son una inversión con muy baja tasa de retorno.

Se recuerda que esta situación la pueden tener tanto en Japón como en el país de origen o donde opten estudiar. Por otra parte, tal como se menciona en la nota de referencia adjunta, «Para atraer a un grupo más amplio de empleados calificados, las compañías deben buscar candidatos alternativos en lugares poco ortodoxos. Estos incluyen buenas universidades de pequeñas ciudades, expatriados que han estudiado o trabajado en el exterior y están abiertos a volver a su país de origen, retirados en busca de un trabajo a medio tiempo, inmigrantes, candidatos de otras industrias (las compañías indias están buscando en los sectores de defensa y gobierno), y madres jóvenes reinsertándose en el mundo corporativo”. Es obvio que los hijos de extranjeros educados en Japón no estarían exentos de estar entre algunos de estos requerimientos y si logran acercarse a estas condiciones ninguna inversión en educación sería un derroche.

Artículos de referencia:
http://mba.americaeconomia.com/artículos/reportajes/que-hacer-cuando-el-crecimiento-avanza-mas-rápido-que-el-talento
http://mba.americaeconomia.com/artículos/entrevistas/quizá-es-muy-temprano-para-decir-que-nos-hemos-internacionalizado

Por: Lic. Alberto Matsumoto
www.ideamatsu.com

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