“Soka”: el secreto detrás del modelo educativo japonés basado en la felicidad

¿Se han preguntado cuántos estudiantes son felices cuando van a clase? La respuesta será distinta dependiendo del país, edad, entre otros factores. Sin embargo, ¿no deberían estar todas las personas felices siempre de aprender un nuevo conocimiento? ¿Es posible formar mejores ciudadanos y con mayor sentido comunitario?

So-Ka significa en japonés «creación de valor”, y fue denominado por primera vez por el japonés Tsunesaburo Makiguchi en su obra “La pedagogía del sistema de creación de valor”, publicada en 1930.

Un libro que buscaba generar un sistema de enseñanza que enfatizara como meta vital crear valor, siendo la felicidad el propósito principal de la educación.

Esta debía facilitar que los estudiantes tuvieran vidas felices contribuyendo a sus comunidades, manteniendo una relación armoniosa con otros en su entorno.

Makiguchi encontró en la filosofía budista del célebre Nichiren Daishonin (1222-1282) una buena base para desarrollar su sistema educativo. Nichiren planteó un budismo ligado a los problemas cotidianos, y claramente indesligable de la sociedad que rodea a una persona.

Afirmaba que cada persona tiene el potencial de afrontar los desafíos que se presentan de manera cotidiana de forma creativa, generando valor e influyendo positivamente en su comunidad. La idea base de la filosofía educativa Soka.

Actualmente, este sistema educativo da formación desde la Educación Infantil hasta la universitaria, en la Escuela Infantil de Sapporo, el campus de Kansai en Osaka y Kyoto (Educación Primaria y Secundaria) y dos universidades en Tokio y en Aliso Viejo, en California. Pero también de forma internacional en escuelas infantiles en Singapur, Malasia, Hong Kong, Brasil y Corea del Sur.

Los elementos definitorios de estos centros educativos de formación consisten principalmente en facilitar el intercambio de experiencias por medio del diálogo; como también en facilitar el desarrollo intelectual, siguiendo la idea de que el conocimiento por sí solo no puede generar valor si no está guiado por la sabiduría, añadiendo un sentido de propósito, responsabilidad y deseo de contribuir al bienestar de la humanidad.

En el modelo educativo Soka cobra gran importancia el desarrollo de los profesores, con la idea de que, si ellos no crecen, los alumnos tampoco lo harán. Para esto han creado una «red de aliento mutuo» en la que los profesores pueden apoyarse unos a otros para aprender a afrontar situaciones adversas.

Los profesores más jóvenes sufren más porque no comparten su experiencia con otros docentes y no pueden beneficiarse de la experiencia de los profesores más experimentados. De ahí la importancia de esas reuniones mensuales de aliento mutuo, en las que también las familias están invitadas, favoreciendo el diálogo entre profesores y familias.

Por eso se fomenta la idea de que el profesor trabaja en dos escenarios: el aula y la comunidad. Así se completa su labor. No es suficiente con el trabajo en el aula.

Como hemos podido ver el modelo Soka rescata la importancia del trabajo colaborativo, el diálogo horizontal y cercano entre alumnos, profesores y familias; pero sobre todo la retroalimentación constante que permita tejer puentes y estimular constantemente la reflexión y una mayor conexión de las personas con su comunidad.

 

Por: Adrián Marcos García
Comunicador Audiovisual de la Pontificia Universidad Católica del Perú
E-mail: amarcos1771@gmail.com

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