«Hyappiki me no saru gensyou” (百匹目の猿現象) traducido literalmente al español sería «El efecto del centésimo mono”, cuentan que es un fenómeno basado en un experimento científico japonés sobre la conciencia colectiva y de cómo un grupo de seres vivos de una misma especie puede realizar actos de forma colectiva sin necesidad de haber tenido contacto físico, e incluso se llegó a plantear que el mismo aprendizaje podría transmitirse de forma colectiva basado en tan solo un puñado, concretamente 100; todo esto a través de algún tipo de conexión mental basándose en la homogeneidad de las especies y que podría volverse incluso hereditario.
Todo esto no sería nada extraño de no ser porque es realizado por japoneses, quienes siendo una raza homogénea tienden a interactuar con más empatía entre sí mismos, algo ya comprobado, pues la homogeneidad (parecido físico y cultural) crea cierto sentido «familiar” y por ende podría nacer algún tipo de comunicación sin palabras, o actuar de forma similar ante algunas situaciones (sin descartar la imitación), algo muy visto en la comunidad nipona y que posiblemente, este experimento trataría de explicar.
Para comprender con más detalles este fenómeno o efecto, debemos adentrarnos en lo que dice la historia. Se narra que esto ocurrió en el año de 1952, en la prefectura de Miyazaki a unos metros de la ciudad de Kushima donde se encuentra una isla despoblada de personas llamada Koojima. Según los relatos, la isla estaba habitada por monos (concretamente de la especie «nippon saru”) que vivían tranquilamente en su hábitat natural. A estos animales se les empezó a dar camote cubiertos de arena para ver su reacción, y observaron que les gustaba mucho pero sufrían al comerlo. Pasó buen tiempo y los monos seguían comiendo a duras penas el camote teniendo que soportar la arena, pero un día algo cambió por completo su historia, a uno de los monos hembra que tenía 18 meses de edad se le vio lavando el camote a orillas del mar para luego poder comérselo limpio, a este mona le pusieron el nombre de «Imo”. Posteriormente Imo enseñó lo aprendido a su madre y luego a sus amigos, pero algunos monos adultos se negaban a recibir enseñanzas de una mona más joven, por ello decidieron seguir comiendo el camote sucio. Con el tiempo, esta enseñanza llegó a practicarse en casi toda la comunidad de dichos animales, pero aún faltaban unos pocos monos que quizás por orgullo, se negaban a aceptar esa idea proveniente de sus hijos.
Pasaron 6 años hasta que por fin, los últimos monos empezaron a lavar el camote, llegando así a los 99 monos (casi en su totalidad) y según esta teoría, fue con el último mono (el número 100) que se pudo activar la conciencia colectiva haciendo que aquello que habían aprendido de forma grupal, se transmitiese a otros monos. Mientras esto ocurría, a unos kilómetros y muy lejos de la isla Koojima, en un lugar llamado Takasakiyama (Ooita), otro grupo de monos aprendió a lavar los camotes de forma espontánea; de ahí que los científicos concluyeron que la conciencia colectiva y la enseñanza, puede activarse y transmitirse hacia otras personas sin importar la distancia basándose tan solo en un puñado de 100 personas.
Es importante conocer este tipo de relatos por absurdo que parezca porque suelen esconder algo en lo que se basa una estructura social o pueden saltar entre conversaciones. Mito o realidad, lo cierto es que el pueblo japonés ha demostrado que en ocasiones la fuerza del grupo puede activar en otros grupos acciones similares y que el llamado a despertar conciencia y a reflexionar, contagia.
Por: Luis Guillermo Shimabukuro