En Japón casi el 100% termina la educación obligatoria y el 98 la secundaria superior «koko” y un 53.7% ingresa a la universidad (daigaku) y un 23.6% a un colegio técnico terciario (senmon gakko). Prácticamente el 80% tiene una formación profesional que le permite como trabajador activo seguir capacitándose y mejorar sus habilidades. La secundaria es clave en todo esto, pero en los adolescentes extranjeros los que terminan este ciclo del «koko” es del 60% (el Ministerio señala que es el 71.1% pero casi el 10% abandona), según un estudio de la ONG Seishonen Jiritsu Enjo Center. Además, el Ministerio de Educación de Japón señala que hay unos 40.000 alumnos extranjeros en la primaria y secundaria básica que necesitan apoyo en el idioma japonés, donde unos 10.000 brasileños ocupan el primer lugar.
Al mes de diciembre del año 2019, en Japón residen 2.9 millón de extranjeros donde los latinos apenas llegan a 270.000 (211.677 brasileños y 48.669 peruanos), o sea un 8% del total. En este último decenio aumentaron los asiáticos, principalmente de Vietnam, Filipinas, Indonesia, Nepal, etc. En muchos ámbitos laborales están presentes y los que atienden en las tiendas y comercios son generalmente algunos de los 320.000 estudiantes extranjeros con visado de «ryugakusei”. La particularidad de estos es que además de estudiar el idioma japonés buscan ingresar a alguna escuela técnica o universidad y la gran mayoría no tiene becas, aunque algunos gozan de subsidios o eximición de pago por buena calificación. Por ende, son considerados «semi-dekasegui” y son mano de obra barata, útil y flexible (se adaptan a horarios y muchas veces por necesidad se exceden las 28 horas semanales autorizadas por Migraciones).
Los hijos de las familias latinas gozan de un visado mucho más estable y por los largos años de estancia en Japón tienen más contactos y canales de ubicación laboral. Dentro de este contexto, la educación de sus hijos es una prioridad importante, o al menos debería serlo. En el año 2006, en varios municipios donde residen principalmente brasileños se realizó un estudio para conocer por qué los niños y jóvenes de esos colectivos no concurren a la escuela pública japonesa y en esa ocasión el 15.6% contestó que tenía dificultades financieras (cuando pagaban 3 veces más a escuelas no autorizadas de la comunidad cuyo nivel educativo era bastante bajo), el 12.6% porque no entendía bien el japonés y no sabía cómo tramitar el ingreso, el 10.4% porque pronto iban a regresar al Brasil, etc. Si bien el 80% contestó que sabía que era necesario tramitar el ingreso al sistema educativo japonés no habían recibido mucha orientación de parte del Consejo de Educación (Kyoiku-Iinkai).
La crisis de Lehman Brothers del 2008 afectó muy duramente también a la comunidad extranjera y las autoridades educativas implementaron diversos mecanismos de ayuda y orientación a los padres en todos los idiomas posibles. La escolarización mejoró y en los asiáticos no hubo mucha deserción ni abandono (no ha sido un índice alarmante).
Una de las ciudades más representativas de la presencia brasileña en Japón es Hamamatsu, en la Prefectura de Shizuoka. Allí, en los años 2013 al 2014 se efectuó un programa integral de integración educativa de los extranjeros, principalmente brasileños, con el apoyo municipal, de la Asociación de Intercambio Internacional-HICE, del Consulado General de Brasil en Hamamatsu, Consejos Vecinales «Chonaikai”, policía local y agentes de Migraciones. Parecía todo un operativo de rastrillaje, pero era la única forma de verificar los domicilios, la composición familiar y visitar a los padres los fines de semana o en horarios de la noche o la mañana (por los turnos de trabajo) para detectar los casos de abandono escolar. Hoy, este proyecto se lo conoce como «Hamamatsu Model-Fushugaku Zero Sakusen”, pues fue un trabajo conjunto para identificar a los niños desescolarizados y ubicarlos en las escuelas públicas.
Si bien no es posible aplicar este modelo a todos los municipios por los enormes costos y el personal que se requiere para un operativo de esta naturaleza, se pudo apreciar que el cruce de información de los registros domiciliarios con el My Number y la tarjeta de residencia «zairyu card” pueden detectar mejor la existencia o no de estas familias, la edad de los menores, etc. y si están o no en el listado de niños escolarizados en el Consejo de Educación local.
La presencia consular brasileña también ayudó mucho en todo esto porque eso generó tranquilidad y mayor confianza.
Sin embargo, no es posible que después de 30 años o 20 años de residencia en Japón se siga con esta situación de desconocimiento y dejadez de algunas familias en la educación de sus hijos. Ya se sabe que aunque regresen al Brasil o al Perú, el proceso de reinserción educativo es mucho más traumático y no gozan de ninguna ayuda pública. Por ende, es importante que por lo menos terminen la secundaria completa para dejar abierto la posibilidad de cualquier tipo de capacitación o ingreso a estudios superiores. Caso contrario, la inserción laboral seguirá siendo muy inestable y con ingresos salariales que jamás aumentarán.
Es cierto que el artículo 26 de la Constitución Japonesa no contempla la obligatoriedad de la educación a los extranjeros, pero tampoco lo impide. Por eso, varias directivas ministeriales han venido acondicionando los consejos de educación contratando consejeros escolares y traductores para que los niños extranjeros no queden excluidos de esta obligación ni los padres evadan su responsabilidad. Si bien hay más consciencia en las familias latinas aún queda bastante tarea que hacer para acercarnos a los índices de escolaridad que hay en Japón.
Por: Lic. Alberto Matsumoto
NPO Seishonen Jiritsu Enjo Center: https://www.kodomo-nihongo.com/index.html
Informe MEXT https://www.mext.go.jp/content/1421569_002.pdf
Hamamatsu Deserción Escolar Cero: https://nj.alc-nihongo.jp/entry/20191121-hamamatsu
El desafío de los nikkei de 2º generación en Japón. 2017.5
http://www.discovernikkei.org/es/journal/2017/5/31/nikkei-latino-en-japon/ ESP