Estudiar y capacitarse: son dos cosas distintas

Dentro de la comunidad latina de Japón, sea entre los brasileños como los peruanos que son los dos grupos mayoritarios, se percibe desde hace algunos años un mayor interés por la educación superior de sus hijos. Tanto las asociaciones civiles como las entidades públicas han venido organizando charlas de orientación, primero para reforzar los estudios en la etapa obligatoria (primaria y secundaria básica), luego para fomentar el ingreso a la secundaria superior (koko) que datos provisorios indican que no llegan ni a la mitad del nivel de los adolescentes japoneses (el 96%); y, últimamente, como es lógico, algunas madres llaman y tratan de informarse sobre el ingreso a una universidad y la carrera a elegir de sus hijos. A veces, esta preocupación de «elegir una carrera” (en realidad debe ser una decisión del hijo) se torna una carga por cuanto puede transformarse en una imposición a un perfil laboral basado en premisas no muy prácticas ni realistas.

 

Conversando con consejeros escolares y asistentes que orientan en las oficinas públicas o de los centros de intercambio internacional, hemos coincidido en algunas cosas:

1. Sigue habiendo desinformación sobre el sistema educativo japonés y los costos básicos que deben asumir los padres. A pesar de que la educación pública es, en principio, gratuita, es necesario que los padres asuman costos anexos que oscilan los 250.000 yenes al año para cada uno de los seis años de la primaria, unos 350.000 por cada año de la secundaria básica (3 años) y unos 400.000 por cada año de la secundaria superior (3 años). Son costos inherentes a los servicios que ofrecen las escuelas, incluyendo la comida y los materiales para las actividades fuera de escuela, visitas guiadas, exposiciones, eventos, etc.

2. Muchos padres, principalmente madres, creen que sus hijos «extranjeros” tienen «derecho” a becas o algunas ayudas públicas. Cuando la situación económica de la familia es apremiante y es demostrable esa situación desde luego quedan eximidos de pagar algunos costos y pueden tener soporte público, pero no pueden gozar de becas si no poseen puntajes promedio elevados o aptitudes que ameritan esos beneficios. Hay escuelas de algunas prefecturas que ofrecen facilidades adicionales para el ingreso a estudiantes extranjeros, pero este exceso de consideraciones, no siempre, implica completar una buena escolaridad y posterior promoción a la educación superior, pues su nivel de estudios deja mucho que desear.

3. También se observa que los padres están muy desorientados en el significado de lo que es estudiar y capacitarse para una profesión laboral. Y en esto, los mismos hijos tampoco explican a los padres de cómo funciona el sistema de promoción para avanzar a instancias de formación académica en las universidades o de capacitación para una buena inserción en institutos llamados «senmon gakko”. No son excluyentes, pero son dos cosas distintas y según los objetivos que tengan pueden complementarse.

4. Otros padres creen que sus hijos son «bilingües” cuando en realidad siquiera dominan lo suficientemente el japonés que es el idioma materno y de aprendizaje aquí en Japón, razón por la cual los limita aún más en la continuación de los estudios superiores. Si sus hijos tienen un buen desempeño escolar los mismos profesores suelen orientar cuáles universidades y qué carreras podrían ser las más viables. Hay escuelas de la secundaria que ya tienen ciertos convenios institucionales que cuando se trata de estudiantes con buenos promedios pueden acceder sin examen o por recomendación (suisen nyugaku) a alguna universidad. Si no son objeto de estas «recomendaciones” es porque su desempeño en la secundaria ha sido muy bajo.

5. Sea una universidad pública o privada o institutos de capacitación técnica «senmon gakko”, todo tiene un costo y lo menos que los padres deben realizar es ahorrar para costear íntegramente el costo inicial del primer año, unos 2 millones de yenes. No pueden, salvo casos excepcionales, pedir beca o préstamo desde el ingreso. Desde luego, hay universidades que ofrecen ayudas o exenciones de la matrícula y el cursado cuando el aspirante tiene un buen promedio o si son extranjeros que vienen del país de origen en calidad de «ryugakusei” para realizar posgrados, pero lo usual es que el primer año el alumno asuma la totalidad del costo. Cualquier carrera puede costar un promedio de 3 millones por los 4 años de cursado, así que por lo menos la mitad es necesario preparar para el ingreso. Y los «senmon gakko” como son de administración privada, a veces, por dos años de estudio puede costar más que una universidad.

6. También, hay diversos préstamos de instituciones públicas y de bancos o cooperativas, pero en tal caso se requiere disponer de un garante solidario solvente, cuyo préstamo debe ser cancelado en menos de 10 años. La ventaja es que es a una tasa muy baja pero en general es a partir del segundo año de cursado.

Además de esta información práctica es indispensable que los hijos de estas familias asuman estas realidades y limitaciones, pues he podido apreciar casos en donde los hijos piden continuar sus estudios superiores pero sin una buena orientación ni con objetivos medianamente viables. Deben entender que es una inversión muy grande, una suma que para cualquier familia de ingresos medios es elevada y para una familia de migrantes latinos de esta nueva camada (grupo de personas, generalmente de edad similar) es un carga mayor por el nivel de ingresos y la precariedad laboral. Mi recomendación es que si no tienen esa capacidad económica, que los hijos también, después de finalizar la secundaria, trabajen unos dos o tres años para ahorrar y conocer mejor el ambiente social y luego vean con más realismo, las carreras o cursos de capacitación, que pueden ofrecer una mejor inserción laboral.

Los jóvenes japoneses, el 53%, siguen una carrera universitaria y un 27% carreras técnicas en los llamados «senmon gakko”. Pero, muchos de ellos admiten que las facultades no le dan las herramientas a una buena ubicación laboral y que solo es un requisito para mejorar la búsqueda laboral. El mercado laboral está en un proceso de rápido cambio y las universidades y muchas carreras son disfuncionales a las necesidades de las empresas y la actividad productiva. Muchos establecimientos van a cerrar o diversas facultades se fusionarán para adecuarse a las nuevas necesidades (tarea nada sencilla).

Los jóvenes de las familias latinas también deben asumir parte de este riesgo de seguir o no un estudio universitario, qué carrera elegir, qué cursos realizar, qué prácticas laborales realizar, etc. Deben asumir que se trata de una inversión de alto riesgo y deben recuperar lo invertido. Caso contrario, solo pueden quedar deudas que estrechen aun más los márgenes de la vida social y frustraciones para sí y para los padres.

Estudiar y capacitarse van a veces por caminos diferentes pero desde luego pueden complementarse. Cuando logren esa conjunción es muy posible que la motivación por los estudios sea mucho más grande.

Foto: Universidad de Waseda, Tokio. Dentro de las privadas es una de las mejores junto al de Keio y otros. Pero, igual, no todos logran una ubicación laboral deseable ni un futuro seguro. De todos modos, llegar a estos ámbitos conlleva un enorme desempeño y sacrificio e inversión de los padres.

Escrito por: Alberto Matsumoto
www.ideamatsu.com

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