Hace unos días, al salir temprano de casa me di cuenta de que la batería de mi celular estaba baja, y para no usar la batería restante por alguna emergencia, cerré las notificaciones y empecé mi día como hace 15 años. Subí al tren y fui observando a mi alrededor todo el viaje, no había aquel barullo ni de los escolares, pues todos estaban en su celular, los chicos del colegio, los asalariados hombres y mujeres, hasta la señora de unos 70 años que estaba sentada a mi costado estaba con el celular, discretamente observé como movilizaba su dedo con suavidad de derecha a izquierda, arriba y abajo jugando “Puzzle & Dragons”. Todos concentrados en ese pequeño artefacto que se ha convertido en nuestro mundo y por el que olvidamos vivir en conexión día a día con el medio exterior, observar lo que nos rodea perdiendo vivir muchas cosas. Supongo que la nueva generación se pierde sin estos artefactos, pero nosotros, los de generaciones pasadas, podemos arreglárnoslas sin recurrir a “Siri y Google”.
En el transcurso del viaje observé a una joven madre darle el iPad a su pequeño niño para que deje de fastidiar, mientras ella con la otra mano chateaba en su celular, me sorprendió su destreza para manejar el artefacto y con una sola mano para todo. Recordé que cuando subía al tren con mis niños solía cogerlos para que no se aburrieran y juntos observábamos por la ventana y aunque no me entendían, iba explicándoles todo lo que había alrededor, y como alguna señora de edad al mirarme entablaba una conversación conmigo o me daba algún consejo de crianza o una cálida palabra de aliento. Hoy, tal vez por la situación impuesta por la pandemia como la distancia social y mascarillas, la comunicación entre nosotros ha cesado y el celular se ha convertido en nuestro refugio. Hace poco en las noticias que, a raíz de estar apegados a este pequeño aparato, muchos adolescentes empezarán a usar lentes por falta de visión; y que en el caso de los adultos que debido al trabajo deben estar tanto tiempo en la computadora, iPad, etc., sufren de cansancio visual que suele producir dolor en los hombros, (katakori).
Un médico traumatólogo comentaba que actualmente muchos jóvenes, debido a estar muchas horas mirando sus celulares, tienen una mala postura del cuello que hace que el hueso de la Mandíbula distorsione el balance de la boca y las encías al masticar los alimentos. Esto debilita la capacidad de masticar y empiezan a doler los pómulos; sin embargo, todos estos cambios debidos a la postura pueden ser tratados si es que nos damos cuenta. Pero el peligro va más allá, ya que, por estar sumergidos en nuestros celulares, podemos hasta perder la vida o la de nuestros hijos. Todos hemos visto las noticias de personas, especialmente jóvenes, que cruzaron la pista sin ver el semáforo o cayeron a los rieles del tren porque estaban distraídos mirando sus celulares. También hemos podido leer tristes y amargas noticias de pequeños niños que perdieron sus vidas porque sus padres los descuidaron por estar pegados al celular, un pequeño que, si bien nos puede ser de ayuda, también puede generar desgracias.
Mi familia (mi esposo, mis hijos y la esposa de mi hijo) nos veíamos por una aplicación (senri), para estar comunicados y saber dónde se encontraba cada uno de nosotros, aunque me venía invitación de amistad de terceros, no aceptaba para no exponer a mi familia. Hace poco escuché en las noticias que una joven mujer mató a un hombre averiguando su localización por este medio, es decir no podemos estar dando nuestra localización a cualquier persona, debemos tener mucho cuidado con el uso que le demos a estos dispositivos y aplicaciones donde “Todo es permitido, pero no todo es bueno”