Costos en la educación: ¡Basta de hacerse los desentendidos!

En todo los países del mundo la educación tiene un costo enorme y al menos en lo que respecta a la educación obligatoria el Estado asume gran parte de esos gastos, que van desde las edificaciones, mantenimiento, material didáctico, salario de los maestros y personal administrativo, etc. En América Latina, en la mayoría de los casos se ha registrado un incremento presupuestario en las últimas décadas y eso ha permitido bajar la tasa de analfabetismo y aumentar por ejemplo el ingreso a las universidades públicas. En términos absolutos al parecer tienen más jóvenes universitarios que Japón, con más del 60% (mucho menos de la mitad egresan) cuando Japón tiene un 53% (casi todos egresan).

Sin embargo, haciendo un análisis más pormenorizado de las estadísticas, los índices de repetición, de abandono escolar, de no terminación de la secundaria y de la carrera universitaria, es sumamente elevado con el agravante de que el nivel de preparación que tienen muchos adolescentes latinoamericanos adolece de grandes falencias en la escritura, en la comprensión de texto y en el razonamiento de ideas. De hecho, el estudio PISA de la OCDE que evalúa el rendimiento escolar de 64 países, la región tienen un nivel más bajo que el promedio general en matemáticas, lectura y ciencias. El examen se hace a los alumnos de 15 años con una muestra muy diversa. En Argentina, Brasil, Colombia y Perú, solo aproximadamente el 20% llegaron al puntaje promedio y países como Chile, Costa Rica y México tuvieron mejores resultados; aunque por los problemas estructurales, la mala gestión del presupuesto educativo, el bajo salario y la falta de capacitación de los docentes, la enorme desigualdad social y económica, etc., impiden que solo algunos lleguen al promedio general de PISA. Los países asiáticos como Singapur, algunas ciudades de China, Corea del Sur y Japón, son los que lideran los puntajes y el 80% de los examinados supera el promedio general, más allá de que uno pueda estar de acuerdo o no con la metodología de este test de rendimiento escolar.

En el caso de Japón, la educación obligatoria como la secundaria superior «koko” es, en principio, gratuita. El Estado asume gran parte de los costos educativos y también subsidia parcialmente la educación en los establecimientos privados, sean de las escuelas de la enseñanza primaria y secundaria, como de la universitaria. De una u otra manera, gozan de diversas ayudas públicas y eso ha hecho que muchos jóvenes puedan concurrir a escuelas privadas porque no logran ingresar a las públicas que son las más exigentes. A diferencia de América Latina, en Japón las escuelas públicas son las que tienen mejor prestigio y nivel, pero para ingresar a esos establecimientos el alumno debe tener un muy buen rendimiento con puntajes que ostenten los primeros puestos. Caso contrario, los mismos maestros tutores lo van «orientando” a elegir las escuelas que son viables de acceder. Nadie se queda sin estudiar pero las opciones se van reduciendo y los padres japoneses asumen con realismo en cuáles pueden ingresar sus hijos.

Para lograr el objetivo de ingresar a una muy buena escuela pública, principalmente de la secundaria, los padres deben prestar mucha atención a las calificaciones de sus hijos, a las recomendaciones de los docentes y en muchas ocasiones deben destinar ciertos recursos para pagar academias o institutos de apoyo llamados «juku” para reforzar las materias flojas. Es un costo complementario que deben asumir íntegramente los padres.

Por otra parte, desde la primaria es necesario que los padres asuman unos 250.000 yenes por año (durante los 6 años), en la secundaria básica unos 350.000 yenes (3 años) y en la superior por unos 400.000 yenes (3 años). Son los gastos de comida al mediodía y diversas actividades extracurriculares o para la compra de material didáctico de determinadas materias. Es un costo fijo que los padres deben asumir. Desde luego que si los padres, por alguna razón inevitable están desocupados o enfermos que les impida regresar por un tiempo al trabajo, la Comisión de Educación puede reducir o eximir esa paga. Pero, deben demostrar fehacientemente de que están impedidos por fuerza mayor.

Hoy en día hay diversos talleres de orientación para el ingreso a la secundaria superior «koko” y para la universidad, pero los organizadores dan cuenta que a pesar del interés de los padres y los mismos alumnos, los padres no están debidamente informados o se hacen los desentendidos sobre los costos que implica dar una buena educación a sus hijos.

Yo mismo he sido testigo en varias charlas, de la dejadez y actitud irresponsable de algunos padres que no planifican para que sus hijos puedan acceder a una educación de relativa calidad. A veces, hasta tienen la osadía de decir: «en mi país todo es gratis así que por qué en Japón no es gratis!”, «a mí me dijeron que dan beca o préstamo de manera automática así que no tengo dinero para pagar la matrícula ni el arancel del primer año”, etc. Si estuvieren mal informados solo sería cuestión de informarles y orientarlos, pero cuando vienen con esta actitud de negación de una responsabilidad se complica mucho y el perjudicado es el alumno que termina abandonando los estudios sin poder siquiera materializar la posibilidad de continuar una carrera terciaria o universitaria.

Y lo más penoso de estas situaciones es cuando los padres por simple apariencia envían a sus hijos a escuelas privadas y se endeudan de manera muy desordenada hasta no poder más o hasta cuando se declaran en quiebra judicial. También, hay casos en que los hijos que muchas veces tienen más información que los padres no coordinan ni suman esfuerzos para que las limitadas oportunidades sean más viables.

En cada localidad hay diversos grupos de ayuda, la gran mayoría compuesto por japoneses, que brindan no solo orientación escolar sino ayudas para las tareas del hogar de los alumnos extranjeros con dificultades en las clases a través de maestros jubilados. Sin exagerar, algunos hasta le hacen los deberes. Todos trabajan de manera voluntaria sin cobrar siquiera los viáticos y estos talleres de apoyo suelen gozar indirectamente de subsidios públicos del municipio o de la prefectura, o en algunos casos ayudas económicas de fundaciones y entidades religiosas. Algunos padres confunden estos gestos y programas y creen que sus hijos están muy bien orientados y con buen nivel académico para acceder a buenas escuelas. Pero, la realidad es que apenas están llegando al nivel mínimo de comprensión.

La escasez de recursos económicos que viene del empleo precario no es excusa para no educar debidamente a sus hijos en un país como Japón. Ayudas públicas existen y hay varios mecanismos para paliar situaciones de desempleo, enfermedad o viudez de los padres. Desde luego, no siempre es suficiente que un subsidio cubra en su totalidad lo que se ha perdido o no se tiene desde un comienzo, pero no pueden decir que están totalmente desamparados. Si los recursos son escasos las limitadas alternativas deben ser asumidas con más cuidado y planificación.

A pesar de que ahora hay una mayor presencia de jóvenes latinos en las universidades, en contrapartida sigue habiendo muchos que ni siquiera terminan la secundaria «koko” y en ocasiones esa situación se agrava por el desentendimiento e irresponsabilidad de los mismos padres. Como suelo repetir en toda ocasión, si no terminan la secundaria no se abren las puertas para la capacitación laboral de ninguna índole, por lo tanto más que precariedad laboral es el ingreso a la pobreza y el inicio de las frustraciones.

Por: Lic. Alberto Matsumoto
www.ideamatsu.com

 

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