A pesar del crecimiento económico del Perú y de otros países de América Latina no son pocos los graduados universitarios que no consiguen un buen trabajo porque están sobre calificados o sub-calificados o simplemente porque no hay suficiente demanda en una determinada especialidad o hay una sobreoferta de algunos «profesionales”.
Se dice que están sobre calificados cuando tienen una formación académica y experiencia profesional que supera holgadamente lo que el mercado laboral (los empresarios, la burocracia) exige y sub-calificados cuando no reúnen los requisitos mínimos que los empleadores solicitan. Un graduado con un doctorado en una especialidad poco requerida es estar sobre calificado y sub-calificado a la vez, pues no es fácil ubicarlo en algún empleo acorde a su formación. De todos modos, si tuviera alguna experiencia laboral tendría mejores posibilidades de inserción. Y si no tienen siquiera la secundaria completa, es obvio que hasta para un trabajo poco calificado tendría dificultades en ubicarse. En muchas partes del mundo existen estas disfuncionalidades porque hay un exceso de graduados que terminan ubicándose en cualquier trabajo, generalmente no muy calificados o de otra especialidad. De cualquier manera, la clave está en que a pesar de los pocos márgenes de elección es muy importante seguir capacitándose en los ámbitos posibles para evitar reducciones salariales y descensos en la calidad de vida. Una resignación saludable para seguir avanzando es una actitud que puede abrir nuevas puertas y descubrir habilidades que uno no conocía de sí mismo.
En Japón, la situación general es que el sistema educativo tampoco responde a las necesidades de cada ámbito productivo pero la formación general que tienen es mucho más aceptable que en otros países y los graduados universitarios – más de la mitad de la población joven – están mucho más dispuestos a trabajar en el rubro que fuere pues consideran que lo importante es trabajar que desarrollarse en su profesión o especialidad. A pesar de que puedan estar sobre calificados o sub-calificados hay más empeño en el trabajo en sí. Desde luego, como pasa en otras latitudes, los que tienen maestrías o doctorados, a veces deben ocultar esos títulos porque el mercado laboral no los puede absorber y no requieren esos requisitos para contratarlos. Ante la falta de empleo, no tienen más remedio que ubicarse como puedan, máxime en países donde la tasa de desempleo de los jóvenes es muy alta.
Y en América Latina el mayor problema es el desfase entre la formación académica y las verdaderas necesidades del mundo laboral. Las industrias promisorias y las actividades más dinámicas están con escasez de técnicos capacitados, ingenieros y personal gerencial de Management con experiencia.
Retomando el Japón, los graduados de la secundaria como de la universidad, en líneas generales se ubican en algún trabajo. Más del 95% tienen asegurado su primer empleo, algo envidiable en el mundo. En este país, del total de graduados de la secundaria (koko) el 53% sigue alguna carrera universitaria y el 18% una carrera técnica de 2 ó 3 años. O sea el 70% tiene una formación superior. A diferencia de lo que algunos padres de familias latinas creen estas escuelas técnicas llamadas «senmon gakko” son más exigentes y competitivas que una universidad local o de segundo o tercer rango. Además, durante esos dos años deben estudiar con mucha dedicación para lograr los créditos y alcanzar la graduación. Mientras que las universidades, dada la escasez paulatina de jóvenes y la alta oferta de establecimientos, si es solo para ingresar y tener un título de algo cualquier joven podría acceder pagando la matrícula y el primer año de cursado. Es una constancia que facilita la «ubicación laboral” pero no es un proceso de formación profesional como muchos creen.
El nivel general de las universidades japonesas es mediocre y el deterioro institucional es preocupante porque en vez de exigir un nivel aceptable de estudios y dedicación para que puedan ejercer de manera más efectiva su rol en la sociedad, muchas han flexibilizado el ingreso, el cursado y la graduación. En tal sentido, estos jóvenes son sub-calificados. Por más que los padres hayan invertido varios millones de yenes – en parte con deudas a futuro – es muy posible que la inversión no sea muy fructífera. En los Estados Unidos las consecuencias pueden ser fatales porque las carreras son mucho más costosas y en Sudamérica más frustrante si estudian «carreras tradicionales” que el mercado laboral y las industrias no requieren.
La realidad es que aun teniendo una buena preparación no hay garantías de que una profesión sea duradera y ofrezca bienestar de por vida. Los parámetros de la competencia son confusos y las necesidades van variando en cada cambio estructural de la economía y del mundo globalizado.
Desde luego, está en uno buscar el camino viable en la formación universitaria o en alguna escuela técnica pero los mismos padres deben hacer el esfuerzo de comprender mejor los alcances y las limitaciones de las unidades académicas. En Japón también hay muy buenas carreras y universidades pero para eso se requiere una mejor planificación desde los primeros años de la secundaria, no solo para definir el campo de estudio sino también para preparar los recursos que requieren para eso. Y desde luego, es indispensable que estudien con más dedicación, algo es totalmente viable porque las universidades ofrecen esas facilidades y la verdad es que siempre hay profesores predispuestos a promover esos esfuerzos
Por: Lic. Alberto Matsumoto www.ideamatsu.com